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Opinión

EL ZORRO VIENEN ZAFANDO

El transporte público va rumbo a una desaparición tan anunciada como un choque de trenes en cámara lenta; la educación se prepara para un 2024 mezcla de pandemia y carpa blanca; la Salud está en jaque. Y no hablemos de los emplados públicos.

La lista abarca todos y cada uno de los servicios que brinda el Estado, y conquistas que dábamos por inamovibles hoy son moneda de cambio.

No pensábamos que la salud ya no iba a curar, que la escuela ya no iba a educar o que el 110 ya no iba a recorrer nuestras calles. Hay que reconocer que cumplieron en tiempo récord: ¿qué es eso de “donde hay una necesidad nace un derecho”? Que el mercado acomode las calchas.

Pero la gente que votó contra Capitanich, que votó un cambio, no votó esto. Votó seguridad pero no votó la banalización de la seguridad, el show de los allanamientos (ahítos, en el colmo del paroxismo, hasta se allanaron a sí mismos).

La gente no votó el abandono del Estado y el desgobierno a cambio de un buen entretenimiento dominguero. No votó hambre y pobreza. El chiste de la polenta de Alberto Fernández ya no causa gracia, al precio que está la polenta.

¿Cuánto tiempo más creen que podrán sobrevivir políticamente visitando juzgados con denuncias para la prensa compincha? ¿En serio Zdero se siente amenazado por Tito López? ¿En serio Aradas, semejante nene, tiene miedo?

Y por otra parte, ¿realmente creen que sacarle un vehículo donado a una fundación es una política de seguridad, que cortar el pasto de las escuelas es una política educativa, que pintar ambulancias descascaradas es una política sanitaria?

Me quiero detener en esto porque ya hemos hablado de casos como el de Alexis Mendoza, al que lo golpearon hasta casi matarlo en Fontana, y está en terapia intensiva del Perrando desde mediados de enero.

Hubo que generar una campaña solidaria para obtener a través de donaciones un suplemento dietario para que el pibe no cayera en un estado de desnutrición grave. El nosocomio dejó de recibir esos insumos con el nuevo gobierno.

Hoy me detallaban el caso de un hombre que tuvo que promover una medida cautelar ante la Justicia en contra del Insssep, porque en octubre del año pasado recibió por última vez una droga que le permite hacer frente al cáncer que lo está devorando.

Se la recetaron en abril de 2023 y la recibió con regularidad hasta que asumió Leandro Zdero. Es un tratamiento que no se puede suspender pero se lo cortaron igual. Desde entonces sufre dolores inenarrables. Piensa en qué lugar ponerle fin a su vida. No lo dice en joda.

Por supuesto una jueza corajuda le dio al Insssep 48 horas para que le provea el medicamento; si no lo hacía, recibiría una multa de $100.000 por día.

Eso fue a principios de febrero, pero el Insssep no cumplió, de lo que se deduce que 1) prefiere bicicletear la multa que pagar el medicamento del que depende la vida de un chaqueño, y 2) no negocia bajo presión, ni siquiera de la Justicia, caiga quien caiga. Es tan Dumrauf que duele.

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Sería un error pensar que el gobierno de Zdero fue un accidente afortunado para un puñado de aventureros. Fue algo tan largamente deseado como planificado.

Como ya lo hemos dicho en otras ocasiones, con Zdero aterrizaron en la gestión los dirigentes que la venían remando desde hacía quince años, pero también se empoderaron facciones de la Justicia que tenían su propia agenda y ambiciones.

Esto permitió activar circuitos punitivistas dormidos: un lawfare de provincias que retoma, esta vez con convicción y sin contemplaciones, la tarea iniciada entre 2015 y 2019, para que en vez de hacer política el peronismo y sus aliados se la pasen recorriendo juzgados hasta que las velas no ardan, y llegado el caso no vuelvan a gobernar nunca más.

Inesperadamente, como suele suceder con las buenas tácticas -y la del lawfare es una de ellas-, la persecución judicial a los adversarios políticos terminó sirviendo a un doble propósito: impedir la reconstrucción de la oposición, que anda a los tumbos y pasando vergüenza, y de paso, ganar tiempo frente a un problema que suele agobiar a los gobiernos radicales: su incapacidad congénita para gobernar. Por ahora vienen zafando.

 

 

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