Sin espacios de contención ni educación emocional, muchas personas atraviesan este proceso en soledad. Pero hay herramientas para transitar la pérdida y volver a sonreír. Tres historias de resiliencia y los consejos de una tanatóloga.
Lo único que tenemos asegurado en esta vida es la muerte, y, sin embargo, es el tema del que más cuesta hablar. La pérdida de un ser querido sacude cada aspecto de nuestra existencia, pero tener las herramientas adecuadas puede cambiar la forma en que atravesamos ese doloroso proceso.
Sin educación emocional ni espacios de contención, muchas personas viven su duelo en silencio, convencidas de que deben ser fuertes y no mostrar sus emociones. Pero nadie se salva solo. La tanatología ofrece un camino de acompañamiento para transitar el duelo con humanidad y dignidad, sin borrar el dolor, pero aprendiendo a resignificar el recuerdo. En esta charla con TN, tres personas cuentan cómo lograron transformar el dolor en un espacio de amor, memoria y esperanza.
“Una de las cosas más desgarradoras y sanadoras fue decirle a mi hija que su papá murió”
Lisa tiene 47 años y hace nueve perdió a su marido por una enfermedad repentina, cuando estaba embarazada de siete meses de su segunda hija. En ese entonces pensó que su vida terminaba en ese momento, que no iba a poder con su hija ni con la vida que venía en camino. Sin embargo, lo primero que hizo fue pedir ayuda profesional.
“Tuve momentos de enojo, momentos de no querer ir más a terapia y momentos de tener la necesidad de poder hablar con alguien. Es importante tener a alguien que te escuche y te acompañe, así sea en silencio”, explica.
Aprender a cómo hablar con su hija fue lo más difícil. En ese momento, la nena esperaba que su papá volviera del río, porque era la única excusa que Lisa había podido dar ante su ausencia. Sin embargo, durante la terapia aprendió que lo importante es ser sinceros para poder iniciar el proceso de duelo.

“Si uno va siempre con la verdad por más que sea dolorosa, es sanadora. Yo llegué a mi casa y fue lo primero que le dije a la nena: ‘Tu papá se murió’. Fue doloroso y desgarrador, pero fue sanador, porque fue el momento de empezar el camino”, recuerda.
Actualmente, Lisa volvió a rehacer su vida sentimental y logró resignificar el recuerdo del papá de sus hijas: “En mi casa se habla de su papá, Alejandro, con su nombre. Yo trato de recordar cosas y contárselas a ellas como anécdotas: algunas que generan risa, otras que no, pero siempre con el buen recuerdo”.
“La única emoción que me permitía es sentir enojo”
El hermano de Amílcar se suicidó y, en ese momento, no podía entender que las personas pudieran recordarlo con felicidad. Para Amílcar, no había disfrute en el recuerdo.
“Mi hermano era una mochila que yo llevaba día a día, muy pesada. Entonces, había días que la podía llevar y otros días que no”, asegura. Ante esta creencia, se replanteó: ¿Es mi hermano merecedor de ser una carga? Fue entonces cuando acudió por ayuda.

Su gran alivio fue entender que indagar en las razones de por qué lo hizo no le hacía bien. Debía aceptar que fue una decisión suya y que, aunque hubiera estado ese día con él, nada en su sentimiento interno hubiera cambiado.
Luego de varias sesiones, redescubrió a su hermano. Empezó a entender sus intereses, sus gustos y aprendió a recordarlo con amor y alegría.
“La orfandad fue lo más difícil de superar”
Federica quedó huérfana cuando su familia, compuesta por su madre, su padre y tres hermanos pequeños, murieron en un accidente de tránsito. Ella tenía 14 años en ese momento y pensó que lo mejor sería vivir en la casa de una tía y seguir con su vida como si nada.
Sin embargo, los duelos no desarrollados son simplemente un dolor pospuesto. Empezó a tomar medicación para la ansiedad y comenzó a dar señales de un duelo no procesado. A los 18 años, su abuela la llevó a una tanatóloga y así comenzó el proceso.

Cada cosa que hacía estaba justificada por el ‘pobre, se le murió toda la familia’ y creía que tenía el derecho de hacer lo que quisiera. Fue entonces cuando Carla Calvi, la tanatóloga, le propuso un juego. Debía anotar todas las cosas que estuvieran disponibles para su vida, para su futuro, y todas las que no estaban disponibles, como sus papás. Ella tenía la libertad de decidir qué quería elegir.
Perder a sus padres y entender que su vida, tal como la había conocido, ya no existía fue algo difícil de comprender. Sin embargo, logró atravesarlo y abocó parte del proceso de recuperación a la escritura.
El año pasado salió a la venta su libro “Poesía para el resto de la vida”. Un espacio que pudo utilizar de herramienta para expresar sus emociones. Incluso, hasta el día de hoy en el que el duelo no ocupa el 100% de sus días.
Cinco consejos para atravesar un duelo
“El duelo siempre es a partir de una pérdida, es como un puente que los seres humanos tenemos que atravesar. Comprende cinco etapas básicas: la negación, el enojo, la depresión profunda, la culpa y luego, la aceptación”, explica Carla Calvi, fundadora de Tanatología Argentina.
La especialista acompaña procesos de duelo desde hace más de 20 años y, desde hace 12, se dedica a la formación en tanatología. Su objetivo es ayudar, pero sobre todo formar a otros para que también puedan hacerlo. Actualmente dicta el curso Consejero de Duelo, que ofrece herramientas prácticas para acompañar con sensibilidad y presencia.
“No hay educación en nuestra sociedad para hablar de la muerte y el duelo. Estamos educados para no hablar de la muerte, la gente desconoce la tanatología, esta disciplina que acompaña en los duelos y tampoco creen que necesitan ayuda. Pero no podemos transitarlo solos, nadie se salva solo”, recomienda Calvi.
¿Cómo hacerlo? “Pintalo, escribilo, gritalo, cantalo, pero sacalo, liberalo. La muerte es algo que le pertenece a la persona que va a morir. No es un monstruo, es algo natural en la vida, muy doloroso, pero es necesario que puedan vincularse con lo que sienten y que respeten la vida vivida de esa persona que falleció”, explica.
La tanatología se dedica a estudiar, comprender y acompañar el proceso de la muerte, el morir y el duelo en todas sus expresiones. Su objetivo no es evitar el dolor, sino acompañarlo con presencia, humanidad y herramientas. Integra aportes de la psicología, la medicina, la filosofía, la espiritualidad, la antropología y la educación, pero con una mirada propia sobre el duelo, el morir y la dignidad de los procesos de cierre.
