Los seres humanos somos como los animales gregarios: estamos acostumbrados a vivir en manada o rebaños y el miedo a estar solos es una emoción muy común entre nosotros precisamente por eso. Tenemos una naturaleza social y necesidad de conexión y, si tenemos miedo al abandono, experiencias pasadas de rechazo o perdemos relaciones significativas, es muy posible que nos sintamos solos y que sintamos cierta presión social para estar acompañados.
Este sentimiento es normal hasta cierto punto, el problema viene cuando ese miedo nos paraliza y desarrollamos un pánico o una fobia desproporcionados ante la sola posibilidad de quedarnos solos, incluso aunque sea un breve periodo de tiempo. Cuando ese miedo se traduce en ataques de pánico o empieza a tener síntomas físicos, se convierte en un trastorno que tiene su propia denominación científica: la eremofobia.
Según la psicóloga española Helena Romeu, la eremofobia es un tipo de fobia que, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, forma parte de los trastornos de ansiedad, concretamente de las fobias específicas y se describe como un miedo patológico a la soledad.
“Cuando el miedo a estar solo perjudica nuestra actividad diaria o se convierte en una fuente de malestar subjetivo que invade nuestra vida o cuando esto implica pensar/sentir que sin los otros no sabremos hacer frente a la vida, no la podremos vivir si perdimos a alguien o nos separamos o perdió el sentido de ser vivida, es cuando una terapia psicológica adquiere sentido para solucionar el problema”.
Cuáles son los síntomas de la eremofobia
Las fobias siempre tienen comportamientos muy parecidos, explicó la psicoterapeuta Marisa Navarro, a la vez que dijo que cuando la persona se enfrenta a la situación fóbica, en este caso quedarse sola, comienzan a desarrollarse los síntomas típicos de una fobia: ansiedad, palpitaciones, aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, sudoración, mareos, visión borrosa, temblores, malestar digestivo, sequedad de boca, y mucha angustia.
La especialista señaló que, ante este panorama, la persona quiere huir de esa situación, no quiere vivirla porque para ella supone un gran sufrimiento, así que la evita con todas sus fuerzas, intentando no quedarse jamás sola. Pero, por mucho que consigamos evitar la situación de estar solos, es imposible evitar momentos o situaciones de soledad y es entonces cuando se desarrollan estos síntomas.
Desde un punto de vista más científico, los síntomas de la eremofobia pueden calificarse en tres grupos:
- Sintomatología fisiológica. Está relacionada con procesos físicos del cuerpo como opresión en el pecho o abdominal, palpitaciones, alteraciones en el aparato digestivo, tensión muscular, sensación de ahogo o nudo en la garganta, hormigueos en las extremidades, cefaleas, sensación de vómito, sudores y enrojecimiento de la piel.
- Sintomatología cognitiva. Aquí se agruparían los síntomas que se producen a nivel mental como rumiaciones y pensamientos anticipatorios, catastrofistas, intrusivos y obsesivos.
- Sintomatología conductual. En este caso, entrarían, por ejemplo, evitar situaciones por miedo a estar solos, hacer planes continuamente de forma compulsiva para sentir que siempre tenemos a alguien con quien quedar.
Cómo puede afectar la eremofobia en las relaciones
Este trastorno puede tener importantes implicaciones en la pareja ya que modifica nuestro comportamiento de una forma muy importante. En el caso de que no tengamos pareja, por ejemplo, la eremofobia puede embarcarnos en relaciones que quizá no sean del todo adecuadas para nosotros debido al propio miedo de no estar acompañados o volver con antiguos ex debido a que sea una solución fácil para acabar con la sensación de abandono.
En el caso de que sí tengamos pareja, la eremofobia podría hacer, por ejemplo, que alarguemos una relación que ya no nos convence por el miedo a quedarnos sin nadie, pero también a ser demasiado exigentes con esa pareja para que siempre esté con nosotros y que esa presión acabe afectando gravemente a nuestra relación.
Cómo tratar la eremofobia
Tratar la eremofobia es posible, según explicó la doctora Romeu, quien propone un acompañamiento para cambiar esa actitud frente a la soledad. Fomentar la autonomía, la responsabilidad, la libertad para decidir, también la aceptación y la integración serán dos aspectos a trabajar, que concluirán en una forma autónoma de regulación, la que nos permitirá vivir por nosotros mismos con sentido pleno.
“Evidentemente, las personas expresamos de forma diferente el miedo a la soledad, por lo que el abordaje terapéutico respetará y se guiará en función de la singularidad de cada persona. Sin embargo, para superar un miedo existencial es necesario integrar la soledad en la vida, responsabilizarnos de nuestras vidas propias y trabajar el desarrollo a la autonomía. En aquellos casos en los que la ansiedad es muy intensa, la terapia psicológica puede acompañarse de tratamiento farmacológico”, añadió.