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Problemas de gobernabilidad después de octubre: cómo pueden agravarlos Javier Milei, el kirchnerismo y los moderados

El auxilio de Estados Unidos trajo un freno financiero, pero sin un nuevo acuerdo de gobernabilidad, el horizonte hasta 2027 sigue en duda. Oficialismo, kirchnerismo y centro político enfrentan el desafío de no repetir los errores que llevaron al país a este punto.

La espiral de desconfianza política y económica iniciada a raíz de la retahíla de errores que cometió el Gobierno a lo largo de este año, y que se agravó con el triunfo del kirchnerismo bonaerense, encontró por ahora un freno financiero con la aparición de un último prestamista de última instancia, el Tesoro norteamericano.

Pero hasta los propios norteamericanos advirtieron públicamente que su ayuda no va a servir de nada si no se genera una nueva fórmula de Gobierno, que sostenga la estabilización de acá a 2027.

Ese será el desafío principal de los próximos dos años. Frente al cual los tres actores protagónicos de nuestro sistema político puede que sigan pifiándola, o tal vez hayan aprendido algo de lo sucedido hasta aquí y hagan las cosas un poco menos mal en adelante.

El primer aludido, obviamente, es el propio oficialismo, que tiene que abandonar definitivamente su pretensión de gobernar solo. Hacerlo en las condiciones actuales, o en las que pueden seguirse de las próximas elecciones, le va a ser más difícil, claro, de lo que le hubiera resultado en 2024. Pero esa oportunidad ya la perdió. Ahora tiene que resignarse a lo que tiene a mano, que es bastante poco tanto en cuanto a aliados políticos disponibles, como a prestigio externo y consenso de la sociedad y de los actores económicos y a lo que su gobierno será capaz de hacer.

Pero, encima, si gracias al respaldo norteamericano, a las listas libertarias les fuera muy bien en la votación del 26 de octubre, Javier Milei estará tentado de creer que volvió a desmentir a todos sus críticos, y puede volver a insistir con sus sueños refundacionales y su apuesta por gobernar solo.

Suplementariamente, si tuviera éxito la estrategia que él y Mauricio Macri están ahora desplegando, de movilizar el miedo al abismo para polarizar al mango la competencia, y las listas moderadas quedaran muy relegadas, al Gobierno le faltarían aún más aliados desde diciembre próximo para componer la nueva gobernabilidad que necesita.

El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, entrega un premio al presidente de Argentina, Javier Milei, en la ceremonia de los Premios Global Citizen, el miércoles 24 de septiembre de 2025, en Nueva York. (Foto: AP /Stefan Jeremiah).
El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, entrega un premio al presidente de Argentina, Javier Milei, en la ceremonia de los Premios Global Citizen, el miércoles 24 de septiembre de 2025, en Nueva York. (Foto: AP /Stefan Jeremiah).

Estas son algunas de las cuestiones que harán difícil leer los resultados de estas legislativas: ¿cuán bien le conviene al propio plan de estabilización que le vaya a las listas del oficialismo?, ¿qué hace falta para que se recree algo parecido al escenario de tercios que despuntó en las elecciones generales del año pasado, y desde entonces los principales actores han hecho lo imposible por desarmar?

Una elección mala de La Libertad Avanza (LLA) claramente complicaría mucho las cosas. Pero una elección más o menos buena, con alta polarización, por ahí las complicaría en la misma medidao aún más.

¿Podría el oficialismo competir razonablemente por los votos que necesita para sobrevivir, dejando de insistir en que todo aquel que no escoja sus listas está facilitando la vuelta del kirchnerismo al poder? Para eso, Milei y Macri deberían desarrollar ideas un poco más complejas y matizadas sobre el mundo que los rodea, no ser tan facilistas y elementales, y sobre todo, admitir que se han venido equivocando al menos en los últimos dos años. Y es mucho pedir.

En segundo lugar, tenemos al kirchnerismo, y la verdad es que lo que se puede esperar de él para componer un cuadro mínimamente aceptable de gobernabilidad en los próximos tiempos es poco y nada. Como mucho, tal vez podría no jorobar demasiado, si abraza la idea de que le conviene que Milei termine el trabajo sucio, así ellos pueden heredar un orden macroeconómico mínimamente equilibrado y volver a gastar sin problemas.

Pero el diagnóstico que está abrazando la oposición dura es contrario a esa perspectiva: supone que Alberto Fernández no se equivocó por haber discontinuado el esfuerzo estabilizador de Macri en 2019, al rechazar a Martín RedradoGuillermo Nielsen y otros economistas mínimamente razonables afines al peronismo y comprar el verso anti Fondo Monetario Internacional (FMI) de Joseph Stiglitz y Martín Guzmán, sino al contrario, se equivocó por no haber roto del todo con ese organismo y con el “monstruo de las finanzas globales”, repudiando la deuda. Porque se entiende que ella es el obstáculo para disponer de los dólares que permitirían resolver todos los problemas del país, desde la inflación hasta la inversión productiva y la infraestructura.

El peronismo bonaerense celebró la contundente victoria en las elecciones legislativas. (Foto: Prensa Axel Kicillof)
El peronismo bonaerense celebró la contundente victoria en las elecciones legislativas. (Foto: Prensa Axel Kicillof)

Un delirio que pretende superar los problemas de 20 años de economía kirchnerista yendo para atrás, a los planes quinquenales peronistas de setenta años atrás. Y que coloca al grueso del peronismo en la condición de un partido antisistema en términos económicos, algo que en toda América Latina, con esta gravitación, solo existe en Venezuela y en la Argentina.

Axel Kicillof lo ha dicho más o menos abiertamente: el problema es el Fondo, la deuda con él es impagable y además ilegítima, y cualquier acuerdo que siga sosteniendo la “fantasía” de que se puede salir adelante dentro del marco que él impone significa atar de pies y manos al próximo gobierno que él espera encabezar. Por lo que se entiende que va a hacer todo lo posible por romper esas ataduras, si es por obra de una crisis económica aguda, mejor.

Es cierto que, como tiene votos, no pretende que el Gobierno caiga antes de tiempo, como si necesita Cristina Kirchner. Pero las apuestas de ambos, por un motivo u otro, terminan en lo mismo: cero colaboración para sostener la gobernabilidad.

¿Y qué sucede con el tercer actor en discordia, el espacio de centro, las fuerzas moderadas? El principal problema con ellas es que antes de cualquier servicio que puedan prestar a los demás tienen que prestarse uno a sí mismas: necesitan dejar de fragmentarse, y reemplazar de alguna manera a quien hasta aquí venía funcionando como su gran articulador, el PRO, y ya no va a poder cumplir por sí mismo esa función.

Les va a costar mucho lograrlo si deben, al mismo tiempo, competir y colaborar con el oficialismo.

Es el tipo de problema que condenó a los renovadores frente a Carlos Menem y Raúl Alfonsín a fines de los 80′, y desembocó en la hiperinflación. Que complicó a las distintas facciones y desprendimientos de la Alianza frente a menemistas y duhaldistas en el comienzo de los 2000, y terminó en el estallido de la Convertibilidad. Y que enredó a Macri con los peronistas disidentes diez años atrás, y derivó en la crisis de 2018 y el regreso del kirchnerismo al poder.

Jorge Macri, Diego Santilli y Cristian Ritondo. (Foto: NA).
Jorge Macri, Diego Santilli y Cristian Ritondo. (Foto: NA).

Ojalá los moderados que sobrevivan al test electoral del 26 de octubre, más los que vienen colaborando con el oficialismo, pero se han negado a ser deglutidos por él, logren en adelante aprender de esas experiencias fallidas, cooperen con el gobierno para sostener la estabilización, y a la vez compitan eficientemente con él para evitar que la única otra oferta que se le haga a la sociedad, frente a la posible aspiración a la reelección de parte de Milei, sea pendular.

Para que lo consigan les va a venir muy bien aprender de los errores cometidos por sus mencionados predecesores, y utilizar esas lecciones del pasado para convencer a los votantes que la polarización no es el único ni el mejor juego posible. Y a los inversores que hay buenas perspectivas en caso de una alternancia no regresiva y destructiva en 2027. De otro modo, pocos van a enterrar plata en el país, y el propio Milei va a tener menos chances de terminar su mandato con algo que mostrar.

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