El docente Martín Cascales encontró una ingeniosa manera de que sus alumnos tengan en el bolsillo todos los elementos en uno.
Hace casi 15 años que Martín Cascales es docente de matemática, física y NTICS en escuelas de Santiago del Estero. A lo largo del tiempo, vio pasar cientos de alumnos y había una cuestión que se repetía constantemente en el aula: los chicos solían llegar a la clase sin los útiles de geometría. Algunos se los olvidaban, otros los perdían o incluso no podían pagarlos. Pero en los últimos años había algo que nunca faltaba en los bancos: la tarjeta SUBE. Eso le llamó la atención y empezó a notar que muchos la usaban para subrayar o trazar ángulos. “¿Será posible armar en ese mismo plástico una herramienta que solucione este problema?“, se preguntó y comenzó a pensar de qué manera implementarlo.
Como primera prueba, le pidió a uno de sus alumnos que le prestara la tarjeta y marcó en el canto los números. Cuando lo usó, servía.
Antes de ser profesor, Martín había trabajado en una reconocida sala de juegos y tenía en su casa varias de las tarjetitas que se utilizaban para canjear los puntos. Un poco nostálgico y un poco creativo, las intervino con números y grados y las llevó a una clase de física. La tarea era que trazaran las fuerzas y ángulos con los plásticos y los chicos se coparon enseguida. “Ahí se me vino a la cabeza que todos los útiles estén en la misma tarjeta”, recordó en diálogo con TN.

Estuvo un año trabajando para conseguir un prototipo que cumpliera todas las expectativas. No lo hizo solo, claro, contó con la ayuda de los estudiantes del segundo año que fueron quienes aportaron devoluciones para pulir la versión: “Yo la había hecho de una escala y me sugerían arreglos. Incluso el nombre fue elegido en el aula por votación, ya que hubo varias propuestas”.
Así nació en 2018 GeoMetriCard, un elemento todo en uno que reemplaza a la regla, a la escuadra, al transportador y al compás en una tarjeta de bolsillo.
En ese sentido, explicó: “Mi idea era darle un uso extra a algo que ya tienen y que no implique un gasto para los padres. Por eso, mi objetivo final es que el diseño se pueda imprimir en todas las tarjetas de colectivos para que todos los estudiantes puedan tener sus útiles de geometría”.

Y agregó: “Una tarjeta así no la pueden perder ni olvidar porque no pueden llegar o no pueden volver del colegio”.
Cuando vio que los alumnos encontraron en esa herramienta una solución, Cascales decidió comprarse una impresora de escritorio para poder hacer más tarjetas, aunque las perforaciones las hace una por una de manera artesanal con un torno.
Luego hizo tarjetas transparentes, que vienen con las marcas en diferentes colores para distinguir las funciones, y comenzó a venderlas a través de la web con el objetivo de que le llegue a estudiantes y profesores de todo el país. Con este modelo, también diseñó la versión pizarra, para facilitar la tarea de otros docentes a la hora de enseñar.
Hace algunos meses se viralizó su proyecto y llegó a las aulas de casi todo el país. Incluso también tuvo pedidos desde Paraguay, España y hasta Estambul. Martín no solo invirtió mucho tiempo, sino también mucho dinero en llevar adelante este modelo, pero no le pesa. Lo enorgullece. “Lo probaron mucho y me dan devoluciones que sirven para mejorar. Leerlos me hace sentir que no era solo que a mi me servía, sino que es algo que funciona para muchos y me provoca una satisfacción muy grande. Generé algo que le sirve a otras personas”, expresó.

Hoy por hoy la tarjeta confeccionada artesanalmente no es muy escalable y que se produzca de manera industrial implica una inversión que no puede cubrir, además de que el costo para él es altísimo: “Tampoco tengo la intención de montar una fábrica de tarjetas. Hay algunas alternativas, si alguna empresa que ya se dedica al rubro le interesa la idea para adaptarla o que finalmente que se imprima en la SUBE, pero el impacto es grande”.
Asimismo, no descartó diseñar otras herramientas en un futuro: “Algunos profes me pidieron y tengo otras ideas que todavía no las llevé a lo material, pero están latentes en un papel. El problema es que hace falta dinero y tengo una carga horaria que no puedo largar, tengo que subsistir”.
“No es algo viable hacerlo al mismo tiempo que el trabajo en el aula porque demandan tiempo, pero siempre pongo mucho entusiasmo en lo que hago. Con la necesidad de que los chicos salgan de las pantallas y presten más atención en la clase, no puedo negar que me apasiona pensar en proyectos nuevos para ayudar a lograrlo”, cerró.
