Sergio Gustavo Razzari aprovechó un descuido y se escapó de una dependencia policial a días de ser detenido tras permanecer dos años prófugo en la ciudad de Río Negro. Aunque volvió a ser capturado, la Justicia investiga su segunda fuga
Tal vez a los policías la figura de Sergio Gustavo Razzari no les irradió la sensación de estar frente a un hombre temerario, pese a que el detenido había pasado los dos últimos años prófugo, se descuidaron. Rápido de reflejos y sin nada que perder, puesto que le esperaban 10 años de encierro en un penal por el abuso sexual de su hijastra, notó que su celda estaba abierta y se escabulló sin dejar rastro.
Ocurrió este domingo a las 16.20, en la dependencia de la PFA en Viedma, en la provincia de Río Negro y solo los canes detectores de la fuerza de seguridad notaron la fuga cuando el protagonista pasó corriendo frente a su canil, ubicado en el garaje de la unidad.
Fueron los perros con sus ladridos los que alertaron de la evasión. Cuando una de las agentes fue a ver qué pasaba, vio que una de las hojas del portón, que da a la calle, estaba abierta. En ese momento, corrió al calabozo: Razzari, que había sido arrestado 10 días antes, ya no estaba. En ese momento, otro federal salió del baño. Juntos fueron a ver las grabaciones de las cámaras y, entonces, observaron al reciente detenido salir por el estacionamiento.

El episodio generó un sumario administrativo dentro de la fuerza y una investigación, aunque fuentes del caso descartan que haya habido una complicidad y se inclinan por la negligencia.
El Tribunal 30 de CABA, que había condenado y pedido la captura del abusador, estudia ahora los testimonios de los agentes que estuvieron en el lugar y a la hora de la fuga.
Un sargento que había ingresado a la guardia de las 7 para vigilar al detenido, comprobó que estaba en buen estado y, a las 8.50, lo acompañó al baño. Luego, le dio el desayuno: mate y fruta. A las 12.49, le llevó el almuerzo: un sándwich de milanesa.
De acuerdo a las declaraciones, un suboficial que había entrado al servicio a las 6 am, que -según dijo- no cumplió funciones de celador, cerca de las 13.30 le retiró las sobras del almuerzo y una bolsa con residuos. Razzari también le pidió ir al baño. El agente lo acompañó y lo regresó al calabozo.
A las 14:15, el celador, es decir, el sargento, lo sacó para que se higienizara en las duchas del vestuario masculino, que se encuentra en el primer piso del edificio. Tardó 15 minutos. De acuerdo a ese policía, les avisó a sus compañeros que bajaría por las escaleras con el detenido hasta el patio interno. Les indicó que lo acompañen a la celda mientras él completaba el libro de novedades en la guardia. A las 14.40 se retiró de la dependencia para cumplir un servicio adicional en ANSES. Un cabo tomó su lugar.
Algunos de los uniformados salieron cerca de las 14 a un control vehicular y poblacional. Otro, se sumó a un servicio adicional en ARCA. Para las 16, solo quedaban el nuevo celador y una oficial en el edificio.
La policía estaba en un dormitorio destinado al personal femenino cuando sonó el teléfono. Era el cabo que le solicitaba permiso para ir al baño del vestuario masculino. Se lo concedió. Diez minutos más tarde, salió del cuarto y escuchó los ladridos de los perros. El resto, ya es historia.
Varias brigadas salieron en busca del nuevamente prófugo y no lo encontraron. Lo buscaron en la vecina localidad de Carmen de Patagones y en el Balneario El Cóndor, donde Razzari vivía en una casa en permanente construcción con su pareja y tres chicos.
El operativo se mantuvo toda la madrugada hasta que el abusador condenado fue hallado a 12 cuadras de la misma unidad policial de la que se había escapado. Eso sí, llevaba ropa diferente a la que vestía dentro del calabozo.
Es probable que, en las horas en las que permaneció oculto, haya encontrado alguien dispuesto a darle una mano para camuflarse, algo en lo que posee experiencia de sobra y pese a las denuncias que algunos vecinos habían hecho contra él y su familia en la municipalidad, molestos por un pozo a cielo abierto que mantenía sin cerrar en su propiedad.
El caso

En agosto de 2018, Razzari fue condenado a 10 años de prisión por abuso sexual gravemente ultrajante agravado por haber sido cometido contra una menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente, reiterado en al menos dos oportunidades. Los hechos, según la denuncia, ocurrieron entre los años 2002 y 2005.
La defensa de Razzari apeló el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nº 30, integrado por los jueces Luis María Rizzi, Marcela Rodríguez y Guillermo Enrique Friele. En mayo de 2023, la Sala 1 de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, compuesta por Patricia Llerena, Eugenio Sarrabayrouse y Gustavo Bruzzone, confirmó el fallo.
En una entrevista con Infobae, Yamila, quien denunció los abusos, relató los hechos, cómo los vivió y cómo superó el largo proceso judicial que llevó a su padrastro a la cárcel.
