Karina Engelbert estuvo 52 días secuestrada. Sus hijas Mika y Yuval, pasaron la mitad de su cautiverio solas. “Lo único que me daba fuerzas era pensar que el mundo no nos dejaría allí”
Desde Tel Aviv.- El 7 de octubre de 2023, la vida de la argentina Karina Engelbert y sus hijas Mika, de 18 años, y Yuval, de 10, cambió de manera irreversible. Aquella mañana, mientras la familia se preparaba para celebrar Simjat Torá en el kibutz Nir Oz, a 1,7 km de la Franja de Gaza, miembros de Hamas irrumpieron violentamente. Karina y sus hijas fueron secuestradas y su esposo, Ronen Engel, paramédico de la Cruz Roja, fue asesinado. El cuerpo de Ronen permanece hasta hoy retenido en Gaza. Tras 52 días de cautiverio, Karina y sus hijas recuperaron la libertad, pero la herida sigue abierta: la familia espera que por fin el cuerpo de Romen vuelva sus tierras por el acuerdo alcanzado con mediación de Trump.
La mañana del ataque comenzó como cualquier otro sábado en el kibutz Nir Oz. Karina recuerda que esperaban que sus hijas se levantaran para salir a pasear por los campos y celebrar la festividad. Sin embargo, a las 6:29, el sonido incesante de las sirenas y los misiles rompió la rutina. Pronto, la familia comprendió que no se trataba de un bombardeo habitual. “No se acababa una sirena, que ya empezaba la otra y otra y otra. Así que fue darnos cuenta de que algo muy, muy feo estaba pasando”, relató a Infobae.

Mientras Karina y sus hijas se refugiaban en la habitación de seguridad de su casa, Ronen, como voluntario y paramédico, aguardaba instrucciones para asistir a los heridos. Poco después de las 7:30 de la mañana, los primeros atacantes ingresaron al kibutz. Ronen pidió a su familia que se encerrara y esa fue la última vez que lo vieron con vida. Cerca de las 9, Ronen se enfrentó a los agresores en su propia casa. Hubo un intercambio de disparos y los atacantes lanzaron tres granadas. Gravemente herido, fue secuestrado y, según supieron después, asesinado ese mismo día.

Karina fue capturada poco después, alrededor de las 9:30, y sus hijas, cerca de las 10. Durante el secuestro, Karina sufrió violencia física y amenazas de muerte. Fue arrastrada fuera de su hogar y trasladada a Gaza en moto, mientras los captores discutían si matarla o no. Solo la orden de llevarla viva a Gaza evitó un desenlace fatal.
El cautiverio de Karina y sus hijas estuvo marcado por la separación y la incertidumbre. Durante 23 días, permaneció aislada en una pequeña habitación sin ventanas, junto a otras dos mujeres, sin apenas contacto con el exterior. “Dormíamos en el piso con colchones muy finitos. No teníamos permiso para salir, solo para ir al baño. En esos 23 días tal vez nos bañamos tres o cuatro veces. Recibíamos un plato de arroz, un pan árabe con un poco de queso, y de vez en cuando un té con una galletita”, describió. La única referencia al paso del tiempo eran los rezos matutinos que se escuchaban a lo lejos.
Durante ese periodo, Karina preguntaba insistentemente por sus hijas. Los captores le aseguraban que Mika y Yuval estaban en Tel Aviv, amparándose en la supuesta prohibición islámica de secuestrar niños. Sin embargo, la realidad era muy distinta: ambas niñas sufrieron un grave accidente durante el traslado y pasaron 23 días solas en un hospital de Khan Yunis, bajo atención médica deficiente. Mika sufrió una fractura y heridas complicadas, mientras que Yuval perdió mucha sangre, parte del pie y un dedo. “Si no fuese porque Mika exigió de forma constante que llevaran a Yuval al hospital, tal vez Yuval no estaría con nosotros hoy”.
El reencuentro entre madre e hijas se produjo en el hospital, donde permanecieron juntas durante un mes más, hasta su liberación. La noticia llegó de forma indirecta, cuando notaron que otras rehenes habían sido liberadas. “Cada vez que preguntábamos cuándo nos dejarían salir, la respuesta era evasiva. Al final, salimos el día 52”, recordó Karina. El 27 de noviembre de 2023, tras 52 días de cautiverio, Karina, Mika y Yuval recuperaron la libertad.
La esperanza fue el motor que sostuvo a Karina durante el encierro. “La esperanza de que el mundo entero, Israel, pero el mundo entero, iba a hacer todo para no dejarnos ahí y la seguridad de que al final íbamos a salir”, explicó. Sin acceso a información del exterior, la fe en la acción internacional y en la solidaridad fue fundamental para resistir.

Tras la liberación, la familia recibió la confirmación de la muerte de Ronen el mismo 7 de octubre y la noticia de que su cuerpo seguía en Gaza. Karina, como otros familiares de víctimas y rehenes, mantiene la exigencia de que se devuelvan los cuerpos y se libere a quienes aún permanecen cautivos. “Vamos a hacerlo paso a paso. Lo primero, que los 20 que están vivos lleguen ahora. Y después, van a llegar los que fallecieron. Yo quiero creer que esta vez vamos a recibir a todos”, expresó, subrayando la importancia de poder dar un entierro digno a su esposo.
La situación actual mantiene a las familias en vilo, con la esperanza puesta en las negociaciones internacionales y la participación de países árabes y actores globales. Karina insiste en que solo así podrá cerrarse, aunque sea en parte, el dolor de la pérdida.
A pesar de la tragedia, Karina y sus hijas buscan honrar la memoria de Ronen siguiendo su ejemplo. “Él tenía un tatuaje en el brazo: Always look the bright side of life (Mira siempre el lado positivo de la vida). Y ese era el motor de vida de él, siempre intentaba ver la parte brillante y linda de la vida. Y eso es lo que nosotros queremos seguir”, dice emocionada al finalizar la conversación.

El recuerdo de su actitud ante la vida, agrega, se ha convertido en el impulso que sostiene a la familia en su camino hacia la reconstrucción.
