Se activaron las alarmas sanitarias en ese país, luego de confirmarse el primer humano infectado con miasis, provocada por el parásito que se alimenta de carne viva. El brote se inició años atrás en Centroamérica

La reaparición de un viejo enemigo biológico encendió las alarmas sanitarias en América. Se trata de la miasis provocada por Cochliomyia hominivorax, conocido como gusano come carne o barrenador del Nuevo Mundo, un parásito que se alimenta de carne viva y que en el pasado golpeó con dureza a la salud pública, la ganadería y la biodiversidad en la región continental.
Tras décadas de control y campañas de erradicación que habían permitido relegarlo a los libros de historia veterinaria, este organismo que tiene la habilidad de comer carne viva de sus huéspedes, volvió a instalarse en el continente con brotes masivos en Centroamérica y, este mes, con un primer caso humano confirmado en Estados Unidos.
El comunicado de la Organización Mundial de Sanidad Animal
Esta semana, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) reconoció oficialmente que la propagación de esta parasitosis avanza de manera sostenida en distintos países de la región.
Desde que Panamá notificó su reaparición en junio de 2023, los reportes no dejaron de multiplicarse.
Hasta el momento, se registraron más de 20.000 brotes en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y México, según los datos volcados en el Sistema Mundial de Información Zoosanitaria (WAHIS). El mapa de circulación del parásito muestra un escenario preocupante, en el que cada nuevo hallazgo exige respuestas rápidas y coordinadas.
El punto de inflexión llegó a principios de agosto de 2025, cuando el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos informó la detección de un caso humano en Maryland.
El paciente había regresado de un viaje a El Salvador, uno de los países con brote activo. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) confirmaron que se trató de la misma especie que preocupa en la región: la Cochliomyia hominivorax.
La doctora Emily Hilliard, vocera del organismo, remarcó que “este es el primer caso humano de miasis causada por el gusano barrenador del Nuevo Mundo (infestación parasitaria de larvas de mosca) asociada a viajes desde un país afectado por un brote, identificado en Estados Unidos”.
Aunque el paciente recibió atención médica inmediata y logró recuperarse, la noticia marcó un antes y un después. Por un lado, porque demostró que las fronteras sanitarias no son impermeables frente a parásitos endémicos. Por otro, porque reavivó el temor a un enemigo que ya fue capaz de provocar pérdidas millonarias en la ganadería y que, de reinstalarse, podría generar un impacto devastador en la economía estadounidense.
Un parásito que perfora la carne viva

El gusano barrenador del Nuevo Mundo es la larva de una mosca parásita que deposita sus huevos en heridas abiertas o mucosas de animales de sangre caliente. Una vez que emergen, las larvas se abren paso dentro del tejido vivo alimentándose de él. El proceso, conocido como miasis, no solo provoca dolor e inflamación, sino que también puede derivar en infecciones secundarias, fiebre e incluso en la muerte del hospedador si no se interviene a tiempo.
En el caso de los animales de cría, el impacto es doble: afecta el bienestar de los ejemplares y genera un daño económico directo. Una sola infestación puede expandirse a un rebaño completo y producir pérdidas millonarias en tratamientos veterinarios y en bajas de producción. Para la salud humana, si bien los casos son menos frecuentes, la gravedad radica en la rapidez con la que las larvas destruyen los tejidos blandos.
De allí que los especialistas insistan en la necesidad de un diagnóstico temprano. Según la Secretaría de Salud de Maryland, “el paciente recibió atención especializada y respondió favorablemente al tratamiento”. La extracción de larvas, acompañada de antibióticos para evitar infecciones, permitió la recuperación sin secuelas.
El impacto de la enfermedad no se limita al ganado ni a los humanos. También puede afectar a la fauna silvestre. Un ejemplo reciente fue el hallazgo en México, donde incluso se notificó un caso en un ave de presa. Esta expansión a distintas especies refuerza la importancia de un enfoque de “Una sola salud”, que vincule la medicina veterinaria, la salud pública y la conservación ambiental.

La noticia del caso en Maryland resonó con fuerza en el ámbito agropecuario. El recuerdo de lo ocurrido en las décadas de 1950 y 1960 sigue fresco en los registros sanitarios. En aquel entonces, el gusano barrenador fue una amenaza constante para la ganadería de Estados Unidos.
La solución llegó a través de un programa pionero: la técnica del insecto estéril. Se trató de criar moscas macho esterilizadas que, al liberarse en masa, impedían la reproducción de la población silvestre. Como las hembras solo se aparean una vez en su vida, la estrategia redujo drásticamente la cantidad de individuos hasta lograr la erradicación en 1966 en Estados Unidos y gran parte de Centroamérica.
Ese triunfo fue celebrado como un ejemplo de innovación en la lucha contra plagas. Sin embargo, la historia demuestra que los logros sanitarios no siempre son permanentes.
Desde 2022, la especie volvió a expandirse desde Sudamérica hacia el norte, alcanzando México y Honduras, donde se notificaron más de 160 casos humanos en los últimos años.

Ahora, con la detección en territorio estadounidense, la preocupación creció. Brooke Rollins, secretaria del Departamento de Agricultura, destacó que la construcción de una nueva planta en Texas para criar moscas estériles busca repetir la estrategia del pasado. No obstante, advirtió que el programa recién estaría operativo en dos o tres años, un margen que deja abierta la posibilidad de nuevas introducciones.
El gobernador de Texas, Greg Abbot, también subrayó la dimensión económica del riesgo. La industria agrícola de ese estado representa 2 millones de empleos y un valor de 867 mil millones de dólares. Según sus cálculos, “todo esto está en riesgo debido al gusano barrenador del Nuevo Mundo”. Las proyecciones de impacto económico son contundentes: un brote masivo en Texas podría costar alrededor de 1800 millones de dólares en muertes de ganado y gastos veterinarios.
Más allá de las cifras, la preocupación se extiende porque el control del parásito demanda esfuerzos permanentes y coordinados. El Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) remarcó que “el control del gusano barrenador requiere vigilancia permanente y la colaboración de servicios veterinarios y de salud pública”. Esta recomendación refleja una realidad conocida en Centroamérica, donde las campañas de control nunca cesaron del todo.

La OMSA, por su parte, recordó que actualmente no existen vacunas ni productos biológicos disponibles para el control de la miasis. Las medidas preventivas incluyen la aspersión con insecticidas, la cuarentena de animales trasladados y la certificación veterinaria rigurosa. Además, insistió en que los países refuercen la comunicación activa con productores y cuidadores de animales para promover buenas prácticas que reduzcan las posibilidades de infestación.
El caso de Maryland también puso en primer plano la necesidad de medidas preventivas para las personas que viajan a zonas endémicas. Los expertos recomiendan cubrir adecuadamente las heridas, utilizar repelentes de insectos y evitar exposiciones prolongadas en áreas rurales donde la mosca es más frecuente. Aunque los CDC insisten en que “la miasis no es común en EE. UU.” y que el riesgo general es bajo, el hecho de que un solo viajero introdujera el parásito refuerza la importancia de la prevención.
La cooperación internacional se volvió una pieza central. La OMSA movilizó al grupo permanente de expertos en miasis dentro del marco GF-TADs, una iniciativa destinada a coordinar estrategias regionales frente a enfermedades transfronterizas. El objetivo es claro: intercambiar experiencias, fortalecer las capacidades de los servicios veterinarios y asegurar que los países afectados o en riesgo puedan detectar, contener y responder de manera rápida.
El Laboratorio de Referencia de la OMSA para la miasis, ubicado en Panamá, se ofrece como soporte técnico para los estados que necesitan mejorar su vigilancia o su respuesta. La organización instó a todos los actores, desde las autoridades de salud pública hasta los servicios de frontera y medio ambiente, a reforzar la detección, garantizar notificaciones transparentes y promover la colaboración entre sectores.
El regreso del gusano barrenador también generó un efecto simbólico. Para la ciencia, se trata de una oportunidad de volver a observar de cerca un parásito que parecía derrotado y entender los factores que facilitaron su regreso. Para la opinión pública, fue un recordatorio de lo frágil que puede ser la línea entre la erradicación y la reintroducción de una plaga.
El episodio de Maryland mostró que, si bien el pronóstico clínico puede ser favorable con atención adecuada, la amenaza no debe subestimarse. Cada caso detectado es un llamado de atención sobre la necesidad de mantener en marcha los programas de control, de invertir en bioseguridad y de apostar a la innovación científica.
En ese sentido, la técnica del insecto estéril, que en el pasado fue la herramienta definitiva, podría volver a ocupar un rol central en la estrategia de erradicación, aunque adaptada a los desafíos actuales.
La historia del gusano barrenador en América es la de una lucha permanente contra un enemigo biológico astuto. Fue derrotado en el pasado con ciencia y cooperación, y solo con esos mismos pilares será posible evitar que se convierta nuevamente en un problema de alcance continental.
