La muestra del Centro Cultural Recoleta que reúne obras de Berni, Forner, Stern, Schvartz y Maresca entre otros, sobrevuela momentos de dos siglos a través de una figuración desgarradora y onírica
Un meme, una fotografía sacada en una librería, que circula por las redes, dice algo así como: “Las novelas distópicas fueron movidas a la sección Historia”. La aseveración cotiene un potente condimento de humor trágico, juega con la realidad y, a su vez, con lo parece imposible, como dos caminos que, finalmente, se conectaron.
Bastante de ese espírito recorre a Carroña última forma, una propuesta potente y política que se desenvuelve a través de la figuración pictórica, la fotografía y el video, en el Centro Cultura Recoleta.
La imagen de una ciudad en ruinas, del horror que se hace presente, a través de un tríptico compuesto por obras de Antonio Berni y Raquel Forner, azota la vista cuando se ingresa. Pero antes, un cartel, otro cartel, advierte sobre que las imágenes quizá despiertan la susceptibilidad de los menores y es que la exhibición, co-curada por Carla Barbero y Javier Villa, se mueve entre la crudeza estética y conceptual, con el cuerpo de la mujer como eje, para relatar una mirada de la historia argentina desde el arte.
El título de la muestra proviene del libro homónimo de Leónidas Lamborghini (Buenos Aires, 1927–2009), publicado en 2001, en el que el poeta, retomando la tradición que inició el dadaísmo, y que tuvo en Oliverio Girondo a uno de sus grandes innovadores en el país en esto de ingresar en el caos de la ciudad de manera fragmentada, pone en escena un “personaje que va medio loco por esta ciudad en ruinas, con imágenes de una especie de putrefacción que observa”, dice Barbero, en un recorrido con Infobae Cultura.
El poema marca el tono de una propuesta curatorial que desafía genealogías lineales y que se encuentra ‘espalda con espalda’ -pared mediante- con una vitrina que contiene anotaciones de su hermano, Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, 1940 – Barcelona 1985), de lo que luego sería el Teatro Proletario de Cámara, obra póstuma y experimental en la que, en el encierro de sus últimos años en Barcelona, combinó elementos literarios, visuales y políticos, explotando la relación entre la escritura, el collage y la materialidad del libro y las revistas.
La muestra se presenta como una ciudad que se erige de espaldas al río, ya que cuando se ingresa las obras no pueden ser vistas al instante, sino que el encuentro sucede al pasar una serie de paneles, generando una sensación de algo misterioso, oculto, una instancia que solo puede ser abordada por aquellos que se animen.
No deja de ser inconscientemente simbólico que la puesta curatorial -en la que toda la expo gira en torno a estas tres piezas históricas de Berni y Forner del centro de la sala Cronopios- pareciera inducirnos a creer que aquellos que se expresan en torno a lo político, de alguna manera estarían separados del resto de la sociedad, de lo que sucede allá afuera, más allá de la puerta de ingreso.
La exhibición, explica Barbero, invita a “reflexionar sobre el realismo en el arte argentino, de modo transgeneracional, pero sobre todo muy basado en experimentaciones materiales, no solo como los temas o los momentos históricos, sino cómo también desafiaron ciertas imágenes, cierto imaginario a través de esa la materialidad”.
Los paneles contienen pinturas que están, si pensamos en lo histórico-temporal, ancladas en un presente, con temas que sobrevuelan la agenda social, desde la violencia y la injusticia, el feminismo y los cuerpos, a la crueldad de lo cotidiano, a través de las pinturas de Santiago O. Rey y Verónica Gómez.
Rey (Buenos Aires, 1983) se presenta con cinco obras en gran formato, comisionadas para la expo, a partir de las cuales crea una “pintura muy escultórica” para construir “imágenes bastante dialécticas, a partir de estrategias específicas que se asocian a la literatura”.
En sus trabajos, juega con lo ambiguo y lo evidente, generando escenarios en un punto desconcertantes en los que conviven lo humorístico con lo crítico, como, por ejemplo, en Nocturno con silobolsa y tajo, en la que un mono transmite cierta inocencia con su gesto de ‘yo no fui’, mientras disemina su esperma por todo el cielo y un cuerpo femenino yace roto sobre costado, entablando un dialogo con la serie fotográfica de Marco López Liliana Maresca con su obra, artista que se encuentra en la expo, y también con la pieza central de Forner, que se encuentra elevada en el centro de la sala, entre las dos de Berni, en una especie de santisima trinidad.
Rey recurre a lo delirante para ingresar en el campo de lo político: su paisaje pampeano es tanto una herramienta compositiva que le permite que no se generen distracciones como también un territorio de lo simbólico, la matriz de una producción, de una forma de entender las relaciones de poder.
En sus escenas hay una voz, una enunciación, que además logra unir virtuosamente no a través del relato único, sino con operaciones que en tanto cómicas no dejan de estar cargadas de tragedia, como Nocturno con siembra directa (el destape de los unicornios) o Nocturno con Misoprostol Garrón, en las que aborda de manera directa el tema del aborto, estableciendo una analogía entre la violación a la propiedad privada y la violación del cuerpo femenino.
“Hay mucho de tomar cosas de los medios de comunicación, de las redes sociales tipo Twitter… y en vez de ser sumiso con eso o tomarlo para criticarlo, lo toma para exacerbar”, spstuvo Barbero.
Por su parte, Gómez (Buenos Aires, 1978) aparece con siete pinturas realizadas en 2024 y 2025, algunas que se pudieron ver en su última muestra, Las vestiduras peligrosas, y otras realizadas especialmente para Carroña.
En las obras de “Gomez hay una recurrencia central sobre el lugar que tiene la mujer o la figura femenina en sus fábulas. También están como estos otros personajes, más o menos endemoniados, que siempre tienen un lugar muy poderoso”, dice Barbero, quien además resalta a un par de cuadros “donde el cuerpo se representa desde la interioridad, como en los casos de hígados y corazones expuestos”.
En las piezas de la pintora habita un espíritu de cronista y a la vez son profundamente alegóricas, juegan constantemente con el hoy, pero lo hace a través de herramientas de la Historia del arte, creando así atmósferas plenas de guiños que tienen su anclaje en lo real, en lo que está sucediendo. Todo aquello que pueda disparar una asociación en la obra de Gómez puede ser correcto. Y, como con Rey, también recurre a elementos distorsionantes que detrás de cierta candidez o humor nos revelan situaciones complejas.
En el centro de la sala se encuentra el tríptico ya citado. La Victoria (1939), la pieza más antigua de la muestra, de Forner (Buenos Aires, 1902–1988) que fue la última de su serie de España, quien conmocionada por los horrores del a guerra civil, presenta “el cuerpo de la mujer como centro de disputa del campo de batalla, pero también como botín“.
Berni (Rosario, 1905 – Buenos Aires, 1981) aparece con dos assamblage, La tortura y La Guerra, ambos de 1976. La primera, que reapareció tras 30 años en la edición 2024 de arteba, no deja espacio a interpretaciones equívocas. La segunda, tampoco.
“Ambas obras dan cuenta, tempranamente, de los horrores de la última dictadura cívico-militar y nos obligan a mirar sin desvíos al rostro más brutal de lo humano, donde el cuerpo femenino vuelve a ser el centro y la encarnación de los momentos de mayor oscuridad en la historia argentina”.
De estas tres obras se ‘desprenden’ otras tres de Marcia Schvartz (Buenos Aires, 1955), que si bien abarcan estilos y series diferentes, comparten una frontalidad feroz para abordar la realidad desde lo social y lo íntimo. Berniadas (2001) es una instalación que incluye fotos, catálogos y diarios personales, surgida en el contexto de la ante última gran crisis política y social, en la que utiliza el cartón como material principal, en sintonía con la emergencia de los cartoneros, con una “ferocidad que discute tanto hacia adentro del arte como hacia afuera”.
En el esamblage El Entorno (2014) se observa a Perón y Eva en el balcón saludando a las masas, mientras detrás una serie de personajes siniestros, como al economista Martínez de Hoz o un demoníaco José López Rega, creador de la AAA, en plena acto de brujería. O ya (2019), por otro lado, es una pieza de técnica mixta -con lana, arena, caracoles, ramas y velas- en la que el centro vuelve a ser el cuerpo femenino, que “que no se sabe si está apareciendo o se está desintegrando”.
En otra de las secciones, aparecen 12 piezas de Tobías Dirty (Villa Gesell, 1990), entre pinturas y esculturas, algunas que se exponen por primera vez, como Trasplánte de médula y Radiografía, en las que ingresa en una vivisección del cuerpo humano o Menage a trois, en la que aborda la tela desde una figuración desfigurada.
“Nos parecía importante que apareciera una voz y una figuración de cuerpos donde ya no es el hombre o la mujer, sino que empiezan a ser estas formas más abiertas, fantásticas, surreales, del cuerpo, pero desde una interioridad”, dice.
Entre las obras, aparecen seis de Centro Cultural, muestra realizada para su cumpleaños 30, en la que capturó treinta escenas emblemáticas de cada año de su vida, y en las que aparecen desde el atentado a la AMIA, la ley de convertibilidad, el Pacto de Olivos, los asesinatos de Kosteki y Santillán, las elecciones del 2003 y la tragedia de Cromañon.
La figura de Liliana Maresca (Buenos Aires, 1951-1994) surge con una de sus acciones más recordadas, cuando posó desnuda sobre una serie de gigantografías, estableciendo una relación cruda entre el cuerpo y las discusiones políticas de la época del primer menemismo, realizando conexiones con las relaciones carnalaes con EE.UU, la última dictadura y la crisis del SIDA. Tras la muestra, Maresca trasladó los paneles a Costanera Sur, instalándolos entre escombros y realizando una acción que ha quedado registrada en numerosas fotografías.
“Fueron obras de una época muy activa de ella. Tenía unas ganas enorme de vivir cuando ya sabía que iba a morir y realizó varias muestras en el Recoleta, como La Kermesse (1986), Recolecta (1990), Wotan-Vulcano (1991), La Conquista (1991-1992), e Imagen Pública – Altas Esfera (1993). Estas imágenes no son nuevas, pero nos parecía intersante hacer esta propuesta medio hiperbólica entre las imágenes de ella con una puesta en escena de esta acción de Costanera Sur”, cuenta Barbero.
Es una representación también de “estos artistas que le ponían el cuerpo a discusiones de la coyuntura desde un lugar que hoy es más habitual, pero en ese momento era algo muy desafiante”.
A un costado, la expo recupera los fotomontajes de Grete Stern (Wuppertal-Elberfeld, Alemania, 1904 – Buenos Aires, 1999) para la revista Idilio, realizados entre 1948 y 1951, con los que fue pionera en la relación entre fotografía y diseño gráfico. Estas obras ilustraban los sueños y angustias de amas de casa en una época en la que el voto femenino recién se aprobaba en Argentina.
“Casi como un registro social y político del primer peronismo, Stern se involucró con temas como el amor y el deseo, pero también el miedo y la angustia que circulaba en aquellos tiempos y que llegan hasta el presente con una actualidad notable”.
Las piezas se muestran por primera vez expandidas, en enormes proporciones, lejos de las puestas en tamaña original en gelatina pensada para coleccionistas en que se las suele ver y que revelan así el trabajo de la fotógrafa, la superosición, los cortes, el pulso de cada pieza, desnudando su dimensión gráfica.
Finalmente, se cierra con Negociación (2006-2014), una videoinstalación de Verónica Meloni (Córdoba, 1974): “Ella es una artista performer, que en 2006 se muda al centro de Córdoba, a la parte del Mercado de Abasto, que es una zona roja. Cada vez que pisaba la vereda, a cualquier hora, tenía preguntas de cuánto cobraba, como que automáticamente por ser mujer y por andar por la zona despertaba ese interés”.
“Desde el principio eso le empezó a incomodar un montón, se sentía muy atravesada, con un poco de miedo o ansiedad. Entonces decidió afrontar esa situación entre cotidiana y vital, con una acción que en ese momento ella no tenía idea tampoco hacia dónde iba a ir: consistía en que cada vez que la frenaran para preguntarle algo, ella se acercaba y entablaba una conversación que no implicaba un intercambio de dinero ni de servicios sexuales. Contaba que era artista y les preguntaba cosas random. ‘¿Vos venís siempre?’ Ahí empezó esa puesta en acción de ese cuerpo”, explica Barbero.
A través de su desglose, desde O. Rey y Gómez, mirando más al hoy, a las históricas en el centro de Berni y Forner, como después con el resto de los artistas girando en torno a temas de un pasado que continúan vigentes, Carroña propone un viaje donde los actual se une con un núcleo de horrores que puede extenderse a diferentes momentos del país. Carroña es mirada sobre la figuración, pero no cualquiera, sino un ingreso del estilo causa-efecto a una serie de artistas que, con distintos lenguajes, ven o vieron en lo social aquello que los conforma, aquello que está en el aire y que se les hace carne.
Carroña es una muestra en la que las obras van completando un panorama de crueldad en las que las decisiones políticas no son ajenas. No se trata sobre una crueldad humana, sino sobre sistemas de reproducción de horrores que aparecen disfrazados de diferente manera, un ciclo de perpetuación que por momento se agazapa, pero que siempre está latente. Es como si la distopía en el arte se hubiera mudado a la sección de Historia.
*Carroña última forma, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930,CABA. De martes a viernes 12 a 21 h, y sábados, domingos y feriados 11 a 21 h. Lunes cerrado. Entrada gratuita para residentes en Argentina, no residentes en Argentina mayores de 12 años: $6000. Personas con discapacidad y acompañante, sin cargo.