El periodista, que falleció este lunes a los 64 años, deja una impronta inigualable en la profesión y en el público. Sus hitos más destacados y sus ideas más memorables
“Básicamente, lo que yo soy es periodista. Yo soy un observador. Soy un testigo”. Así se definía Jorge Lanata, con la firmeza y la crudeza que caracterizó su estilo. A los 64 años, dejó un legado imborrable en el periodismo argentino. Su vida estuvo marcada por una insaciable curiosidad y una voluntad férrea para explorar los rincones más oscuros y brillantes de la realidad.
La vocación de Lanata no nació en una redacción ni frente a una cámara, sino en el silencio de su hogar. “Cuando yo era chico, mi mamá tuvo un tumor cerebral y estuvo 40 años sin hablar”, confesó en una entrevista. “Pensé que preguntaba porque no había quién me respondiera”. A los 12 años, escribió lo que él mismo definió como su primera nota. “Lo que yo no puedo dejar de hacer es escribir. Yo escribo”.
Ese impulso lo llevó a transformar su curiosidad en una carrera que cambiaría la forma en que se hacía periodismo en Argentina. A los 26 años, fundó Página 12, un diario que rompió moldes tanto en contenido como en forma. “Yo no tenía idea de lo que era hacer un diario. Aprendí haciéndolo”, reconoció con su habitual mezcla de humildad y audacia.
Con Página 12, Lanata mostró que las barreras entre creatividad y credibilidad podían diluirse. “Creo que Página demostró que la forma y el contenido pueden ser infinitos. Nosotros podíamos hacer una tapa con un fotomontaje y en esa misma nota tirar a un ministro”, recordaba. Su capacidad para innovar redefinió el periodismo gráfico, otorgándole un lugar único en la historia de los medios.
Pero su vida profesional no se limitó a la prensa escrita. Sus programas de televisión, con su tono ácido y provocador, se convirtieron en un referente ineludible. Lanata no solo informaba: interpelaba, desafiaba y, sobre todo, invitaba a pensar.
Uno de los conceptos que Lanata popularizó fue el de “la grieta”, esa fractura social y política que divide a los argentinos. “Hay una diferencia irreconciliable en la Argentina. Y esa división yo la llamo la grieta”, afirmaba. Para Lanata, el periodismo militante representaba lo contrario de su esencia: “El periodismo militante no es periodismo. Es propaganda. Filosóficamente no es periodismo”.
Su postura crítica y su honestidad brutal lo llevaron a ser amado y odiado por igual. Recibió numerosos premios, incluidos varios Martín Fierro, pero no se dejó encandilar por el brillo de los galardones. “Yo creo que todos somos la patria. Dos medias Argentinas no suman una Argentina entera”.
Lanata, con su estilo directo, rechazaba el culto al éxito. “El mundo se divide entre los que se animan y los que no se animan. ¿Por qué la gente no se anima? Por miedo al fracaso”, reflexionaba. “Yo fracasé un montón de veces. Lo importante es levantarte”.
Esa filosofía lo llevó a desafiar constantemente los límites, incluso a costa de enfrentarse con figuras poderosas o de tomar caminos que otros consideraban imposibles.
Con su partida, el periodismo argentino pierde a uno de sus referentes más controvertidos y originales. Lanata fue un observador insaciable, un testigo que, como él mismo decía, jamás dejó de escribir.
Hoy queda su legado, sus preguntas incómodas y su insistencia en mirar donde otros no se atrevían. La grieta sigue abierta, pero su voz, esa que supo desafiarla, será recordada.
Una sola frase parece contener la esencia de su vida: “Probá y comprometete realmente con lo que querés”.