La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer la clasificó en el mismo nivel de riesgo que las hepatitis B y C. Expertos en hepatología consultados por Infobae resaltaron cómo detectar y tratar a tiempo

La hepatitis D es una enfermedad del hígado causada por un virus que solo puede afectar a quienes ya tienen el virus de la hepatitis B. Necesita al virus B para multiplicarse o pueden ingresar juntos.
Ahora, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reconoció la gravedad de esta enfermedad y la clasificó como cancerígena.
Esto significa que existen pruebas científicas suficientes para afirmar que esta infección puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de hígado (específicamente se llama carcinoma hepatocelular).
Por lo cual, recibió la máxima categoría de peligro cancerígeno (Grupo 1), igual que la hepatitis B y la hepatitis C.

La coinfección con hepatitis D podría explicar hasta 1 de cada 5 casos de enfermedad hepática y cáncer de hígado en personas con hepatitis B.
Ante este escenario y la nueva reclasificación, el médico especialista Adrián Gadano explicó a Infobae que “la nueva clasificación será útil para concientizar sobre la enfermedad, mejorar el diagnóstico y expandir el acceso a los tratamientos”.
Gadano también señaló: “Sabemos que cuando se produce la co-infección el riesgo de cáncer de hígado aumenta hasta cinco veces. Entonces es muy importante el diagnóstico temprano para favorecer el acceso oportuno al tratamiento”.
Cómo se transmite la hepatitis D

La hepatitis D se transmite de persona a persona a través de la sangre u otros líquidos del cuerpo, igual que la hepatitis B. Se puede pasar cuando alguien comparte jeringas, sobre todo entre las personas que se inyectan drogas.
También puede transmitirse por relaciones sexuales sin protección. Otra forma es pasarla de madre a hijo antes o durante el nacimiento, aunque esto sucede con menos frecuencia.
Los grupos más vulnerables son las poblaciones indígenas, personas que reciben hemodiálisis, hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, personas con VIH, quienes se inyectan drogas y personas en regiones donde la enfermedad es común, como Mongolia, la República de Moldavia y partes de África occidental y central.
Cómo se hace el diagnóstico y cómo se trata

Para diagnosticar hepatitis D, los médicos realizan dos tipos de pruebas en sangre: una serología, que muestra si el cuerpo luchó contra el virus, y otra que detecta el ARN viral para confirmar si la infección está activa.
La OMS alertó que “los diagnósticos de la hepatitis D no están ampliamente disponibles, especialmente en países de ingresos bajos y medios”.
Aún hay poca estandarización de los ensayos de ARN del VHD, que son esenciales para detectar la infección activa y para monitorear la respuesta a la terapia antiviral.
Eso implica que en muchos lugares del mundo puede ser difícil que una persona reciba el diagnóstico correcto y a tiempo.
Sobre el tratamiento, hasta hace poco solo se usaba un medicamento llamado interferón alfa pegilado. Pero solo entre el 20 % y el 30 % de los pacientes lograban controlar el virus y sufrían muchos efectos secundarios.

Hoy existe un medicamento, la bulevirtida, que se administra con una inyección diaria y que fue aprobada en Europa para adultos con la enfermedad en una etapa que se llama “compensada”.
Todavía se están realizando estudios para saber la mejor forma de combinarla con otros medicamentos y cuánto tiempo es necesario usarla.
“Es importante aclarar que los medicamentos para tratar la hepatitis B, llamados análogos de nucleósidos, no eliminan la hepatitis D. Sin embargo, son útiles para controlar el virus B”, puntualizó Gadano.
Cómo se previene la hepatitis

La mejor forma de prevenir la hepatitis D es prevenir antes la hepatitis B. Para esto sirve la vacuna contra la hepatitis B, que se aplica a los bebés al nacer, precisó Esteban González Ballerga, presidente de la Sociedad Argentina de Hepatología (SAHE), al ser consultado por Infobae.
La vacunación contra la hepatitis B puede prevenir la infección por VHD, según la OMS. Si una persona nunca tuvo hepatitis B y se vacuna, el virus de la hepatitis D no puede multiplicarse en su cuerpo.
Además de la vacunación, es fundamental usar siempre agujas y jeringas nuevas en hospitales y clínicas, asegurarse de que la sangre donada sea segura y ofrecer material descartable limpio a las personas que se inyectan drogas.
Quienes ya tienen hepatitis B deben valorar mucho las medidas de seguridad, porque la vacuna no protege a quienes ya se infectaron en el pasado.
González Ballerga resaltó que es importante el uso de preservativos durante las relaciones sexuales. “La transmisión de diferentes virus de hepatitis a través de relaciones sexuales no protegidas, incluyendo sexo anal, es posible”, aclaró
