La investigación, realizada con aproximadamente 2.800 adultos de distintos continentes, revela que el deterioro tradicionalmente atribuido al paso del tiempo podría estar vinculado a otro factor determinante
Durante décadas, la comunidad científica consideró universal la presencia de inflamación crónica de bajo grado—conocida como inflammaging—como una característica inevitable del envejecimiento. Esta respuesta inmunitaria, beneficiosa en episodios agudos, se ha relacionado en su forma persistente y leve con múltiples deterioros funcionantes.
No obstante, según el antropólogo biológico Thomas McDade de la Universidad Northwestern, esta visión podría estar basada en un enfoque limitado y centrado en poblaciones de países de altos ingresos, como Estados Unidos. McDade, quien ha investigado la inflamación en comunidades indígenas, subrayó en diálogo con The New York Times que “la forma en que entendemos la inflamación y la salud del envejecimiento se basa casi completamente en investigaciones realizadas en países de altos ingresos”. Al ampliar la mirada a otras realidades, los investigadores hallaron una mayor diversidad en los procesos de envejecimiento a escala global de lo que previamente se pensaba.
Uno de los ejemplos más llamativos surgió del pueblo Tsimane, en la Amazonía boliviana, cuya experiencia desafía la asunción de que la inflamación crónica es universal con la edad. Los datos que recoge The New York Times sustentan la idea de que este fenómeno podría estar más relacionado con el modo de vida industrial que con el simple paso de los años.
Comparación internacional: industrializados vs. poblaciones tradicionales

El estudio internacional analizó muestras de sangre de adultos entre 18 y 95 años pertenecientes a cuatro grupos: habitantes de Chianti (Italia), residentes urbanos de Singapur, el pueblo Tsimane en Bolivia y el grupo Orang Asli en Malasia. Estas muestras, tomadas y almacenadas conforme a protocolos éticos e institucionales, permitieron una comparación directa de niveles de marcadores inflamatorios.
Los individuos de zonas industriales, como Italia y Singapur, exhibieron las proteínas típicas del inflammaging, mientras que Tsimane y Orang Asli presentaron patrones inmunológicos distintos, probablemente asociados a infecciones bacterianas, virales o parasitarias. Según los hallazgos publicados y citados por The New York Times, los niveles de inflamación en las comunidades no industrializadas no aumentaron con la edad como sí ocurrió en los contextos urbanos.
La inmunóloga Aurelia Santoro, de la Universidad de Bolonia, observó que los biomarcadores de inflamación resultaron similares en las zonas industriales pero fueron visiblemente diferentes respecto a los otros dos grupos. “Esto sugiere que las células inmunes se activan de maneras fundamentalmente diferentes dependiendo del contexto”, señaló Santoro, cuyas impresiones también fueron difundidas por The New York Times.
El estudio también mostró sutiles distinciones entre Tsimane y Orang Asli que podrían deberse a diferencias dietéticas o de estilo de vida, según especulaciones de los autores.
Factores ambientales, dieta y exposición microbiana

Pese a que el estudio solo midió marcadores proteicos en sangre y no las conductas específicas, los científicos identificaron posibles causas de las divergencias observadas. Thomas McDade postuló que la temprana exposición a microorganismos a través de agua, alimentos, tierra y animales domésticos reforzaría el sistema inmunitario de las comunidades no industrializadas.
Por otro lado, los entornos urbanos e industrializados conllevan la exposición a contaminantes y toxinas que, de acuerdo con McDade y recogido por el medio norteamericano, presentan efectos proinflamatorios comprobados. Además, se resaltaron hábitos de vida muy diferentes: los Tsimane viven en unidades familiares extensas y siguen una dieta fundamentalmente vegetal.
El autor principal del estudio, Alan Cohen, profesor asociado de ciencias de la salud ambiental en la Universidad de Columbia, planteó la posibilidad de que existan tipos de inflamación positivos y negativos. “Aunque las poblaciones indígenas experimentaron inflamación por infección, esos niveles no estuvieron vinculados a enfermedades crónicas más adelante en la vida”, destacó Cohen a The New York Times, sugiriendo que la presencia de inflamación por sí misma no tiene que ser dañina.
Dudas sobre la universalidad del inflammaging y el futuro de la investigación

Algunos especialistas, como Vishwa Deep Dixit, director del Centro Yale de Investigación sobre Envejecimiento, señalaron que los resultados no sorprenden del todo, ya que menos contaminación suele relacionarse con menor incidencia de enfermedades crónicas. No obstante, apuntó que esto “se convierte en un argumento circular” y que el estudio no demuestra directamente la relación causal entre inflamación y enfermedad crónica.
El farmacólogo Bimal Desai, de la Universidad de Virginia, valoró la apertura del debate pero consideró imprescindible un mayor seguimiento antes de replantear la narrativa sobre el inflammaging. Tanto Desai como otros expertos, consultados por The New York Times, recomendaron estudios longitudinales más amplios y diversos, ya que, pese a sus menores tasas de enfermedades crónicas, las poblaciones indígenas analizadas presentaron expectativas de vida más bajas que las industrializadas. Según Santoro, esto podría deberse a que dichas poblaciones simplemente no alcanzan la longevidad necesaria para manifestar inflammaging en igual medida.
A su vez, los científicos matizaron que, dado que se analizaron datos procedentes de bancos de muestras y no se tomaron directamente todas las muestras de sangre bajo idénticas condiciones, las comparaciones pueden presentar ciertas limitaciones técnicas.
Repercusión en salud pública y envejecimiento saludable
Estos recientes descubrimientos plantean interrogantes de fondo sobre cómo manejar la inflamación y la salud durante el envejecimiento. No está claro aún si es posible modificar el inflammaging en etapas avanzadas de la vida, y las estrategias tradicionales pueden requerir revisión. Cohen opinó que, aunque falta evidencia concluyente, promover una alimentación saludable y la actividad física para mejorar la inmunorregulación a largo plazo podría resultar más fructífero que centrar los esfuerzos en fármacos o suplementos contra la inflamación.
The New York Times, en su análisis del estudio, enfatizó la relevancia de considerar la influencia del ambiente, la dieta y los hábitos antes que únicamente el calendario biológico. La comprensión actual de la inflamación en el envejecimiento se basa principalmente en resultados de sociedades industrializadas, lo que podría cambiar radicalmente si futuras investigaciones confirman que la dieta, el estilo de vida y el entorno influyen más que la edad misma en la aparición del deterioro relacionado con la inflamación.
Estos hallazgos desafían la visión tradicional y sugieren que el proceso de envejecimiento, tal como se comprende en la actualidad, podría establecerse en un marco mucho más flexible y receptivo a los cambios ambientales y sociales.
