En una semana Javier Milei se hará cargo del gobierno nacional. A partir de ese momento el peronismo dejará el poder para pararse en la vereda opositora y empezar a transitar un proceso de reacomodamiento interno. Algunos dirigentes hablan de una renovación partidaria aunque ese camino solo se podrá seguir si las figuras máximas del espacio político empujan un cambio en el mando. Liderazgos nuevos.
Esta semana Axel Kicillof recibió un importante apoyo de los intendentes de la provincia de Buenos Aires. En una reunión que hubo en la gobernación le manifestaron que se ponga al frente del bloque opositor. Lo ven con las credenciales políticas y el rol protagónico del presente para ponerse la camiseta de líder, y quedar al frente de la resistencia peronista.
Muchos intendentes saben que ese lugar es el que, en un movimiento casi lógico, intentará ocupar Máximo Kirchner. La discusión política de fondo en el territorio bonaerense la tendrán el líder de La Cámpora y el Gobernador que, antes de arrancar su nueva etapa en la gestión, es visto por un sector del espacio político como el nombre propio indicado para poder encolumnar a la dirigencia en el arranque de la gestión de Milei. Las diferencias entre ambos son innegables y están enquistadas en los túneles del peronismo.
Las sociedades políticas más fuertes que tenía Kirchner cayeron abruptamente en los últimos meses. Primero fue Martín Insaurralde, con el que había cerrado las listas de las últimas elecciones, el que abandonó el gobierno bonaerense envuelto en un escándalo. Un viaje a Marbella, un barco lujoso, una modela erótica y millones de pesos para explicar. Al lomense se lo tragó la tierra.
Después fue Sergio Massa, que perdió las elecciones nacionales y recibió un duro golpe al caer por una diferencia de tres millones de votos frente a Milei. Por estas horas, mientras ordena la etapa final de su estadía en el ministerio de Economía, analiza irse al exterior por un tiempo.
A esas dos sociedades sin éxito se suma que Cristina Kirchner, la que le da el verdadero poder al líder camporista, ya no ocupa el centro de la escena y ha dado señales de que no lo quiere hacer más. Pareciera que no será la protagonista principal de la historia que ya se empezó a escribirse, pero sí que participará en muchos capítulos. Ese rompecabezas desarmado le abre paso al gobernador de Buenos Aires para transitar un camino nuevo y romper los límites de la provincia.
Kicillof tiene la idea de reflotar lo que en el kicillofismo llaman “el modelo de Parque Centenario”, recordando las tertulias que el entonces diputado nacional organizaba para levantar a la militancia peronista luego del triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales del 2015. “Axel va a estar cerca de la gente para contar lo que está pasando con este gobierno de Milei”, aseguran en su entorno. Empatía y realidad.
El mandatario bonaerense visualiza meses muy difíciles para la sociedad y ya piensa en ocupar ese lugar en el territorio. Lo que no quiere es quedar atrapado por el debate interno sobre su posible liderazgo en la oposición. Será difícil porque son los demás lo que lo colocan en ese pedestal. Quienes lo conocen dicen que una de sus virtudes es no subirse a las discusiones políticas fuera de tiempo.
“Si la gente lo ve disputando el liderazgo del peronismo o intentando ser el sucesor de CFK en este momento, Axel rompería su lazo de cercanía con la gente, que es su principal activo. Sería un paso en falso que le costaría muy caro. No hay que desayunarse la cena”, sentenció un dirigente de extrema confianza del economista.
El jueves Kicillof estuvo en la Conferencia 29° de la Unión Industrial Argentina (UIA) donde recordó que en el gobierno de María Eugenia Vidal “el producto de la provincia cayó 5,5 puntos” y aseguró que hubo un “industricidio”. Después dijo que en su gestión, entre el 2020 y el 2022, subió un 5,3% y destacó que ese crecimiento fue producto de determinadas políticas. Luego de esa explicación lanzó la primera frase de resistencia: “No fue magia. Recuperamos todo lo perdido por políticas neoliberales. Hay cosas que defender”.
Desde otro punto geográfico del país Juan Schiaretti le dice a los suyos que está decidido a ser la punta de lanza de un proceso de renovación del peronismo. Ser el que empuje un nuevo esquema desde la región centro, tratando de aislar al kirchnerismo y dejarlo encerrado en Buenos Aires. Lograr construir lo que anhela desde hace tiempo. Un peronismo anclado en el sector productivo más importante de la Argentina y sin los K adentro.
Esa intención parece ser una tarea muy difícil. Sobre todo por dos motivos. El primero es que Kicillof, que aparece como un actor importante del tiempo que viene, es uno de los pocos kirchneristas con votos que ya tiene el aval de varios intendentes bonaerenses para ponerse el saco de líder. El segundo es porque tiene línea abierta con el nuevo gobierno libertario y uno de sus dirigentes más cercanos, Osvaldo Giordano, dirigirá el ANSES.
Renovar el peronismo apoyando el gobierno de Javier Milei es una incongruencia para muchos dirigentes de la histórica fuerza política. Schiaretti jugó en contra de Massa en la campaña previa al balotaje y dos funcionarios del peronismo cordobés que lidera serán parte de la nueva gestión nacional. En Córdoba aseguran que su voluntad es dar gobernabilidad. Solo un paso institucional. En el peronismo no creen lo mismo. Lo ven como un socio político de la gestión que arrancará el 10 de diciembre.
Cerca del “Gringo” dicen que el mandatario anticipó en la previa de las PASO que el polo opositor debía hacer un frente de frentes y, si ganaba, convocar a un gobierno de unidad nacional. “Ahora dio un gesto de colaboración y de no poner palos en la rueda. La necesidad de reordenar el peronismo va por otro carril”, aseguran en su entorno.
“Hay que ver qué gobernadores quieren armar un espacio federal y quiénes van a querer cerrar con el kirchnerismo. Hay una etapa que pasó y es la de los K conduciendo. Lo saben todos. Hay que generar una discusión más moderna e institucional. No podemos querer hacerle un juicio político a la Corte Suprema”, analizó un dirigente de trato frecuente con el gobernador cordobés. Esa es la línea política que emana desde el centro del país.
Detrás de Schiaretti está Martín Llaryora, el nuevo gobernador de Córdoba, que en su agenda de anhelos tiene escrita la voluntad de ser presidente de la Nación en algún momento no tan lejano. El desarrollo de su gestión y la forma en la que se reacomode el peronismo a lo largo de los próximos años le abrirá, o no, una puerta para cumplir ese objetivo. Mientras tanto su lugar en el esquema político actual y en el contexto del peronismo, lo volverán un actor nacional.
En una situación que al peronismo le queda incómoda, igual que la de Schiaretti, está también Daniel Scioli, que seguirá siendo embajador en Brasil por pedido de Diana Mondino, la futura canciller. ¿Cómo llegó a esa instancia? El ex motonauta le recomendó a Guillermo Francos aceitar el contacto con el país vecino luego del sinfín críticas de Milei contra el presidente Lula da Silva.
Scioli habló con el embajador brasileño en Argentina, Julio Bitelli, y Francos con Mondino para organizar el viaje a Brasilia que se concretó el domingo pasado. Más allá de las críticas de Alberto Fernández, quien aseguró que un dirigente no puede representar a su gobierno y al de Milei de la misma forma, el ex gobernador entiende que representa a un país y no a un gobierno. Y que sería importante su presencia para que la transición sea ordenada y haya un acercamiento entre los dos presidentes.
Quienes conocen al ex gobernador aseguran que tiene decidido radicarse en Argentina en el corto plazo, por lo que no se imagina extendiendo demasiado su vida en Brasil. No hay fecha estimada para culminar su etapa de diplomático y su pliego deberá tratarse en el Congreso después del 10 de diciembre. ¿En un futuro cercano Scioli terminará integrando el gobierno de Milei o se meterá de lleno en la discusión para reconfigurar al peronismo? Es una pregunta que todavía no tiene respuesta.
Durante la semana los gobernadores peronistas se reunieron con Francos, el próximo ministro del Interior, en el Banco Provincia. La reunión fue cordial y amable, pero no hubo conceptos claros sobre los primeros días del gobierno libertario. Los mandatarios jugaron su carta pragmática y le aseguraron que tienen voluntad de acompañar desde sus lugares y prestar gobernabilidad. El tema central son los recursos para las provincias. Cómo y cuánto. Si la obra pública se frena intempestivamente se generarán despidos y el clima empezará a enrarecerse rápidamente.
Los gobernadores están convencidos que antes de mover cualquier ficha en el tablero de la renovación peronista, lo primero que debe suceder es que el gobierno de La Libertad Avanza comience a rodar. Después verán como se empieza a acomodar el espacio y quienes alzan a la voz para resistir las políticas libertarias que, el propio Milei, aseguró que serán de ajuste. Ninguno de ellos, salvo Kicillof, parece tener proyección electoral para ser presidente. Por eso su rol será el de empujar y encuadrar la discusión política del espacio que integran.
En un puñado de días, con el nuevo gobierno en marcha, el peronismo empezará, formalmente y ya afuera del poder, un proceso de renovación de liderazgos y de reconstrucción de la identidad política. Compartirá el rol opositor con los pedazos que queden flotando de Juntos por el Cambio. El mapa político nuevo aún es una gran incógnita.