Tras naufragar en 1989, Mauro Morandi eligió Budelli como hogar y vivió aislado a lo largo de tres décadas antes de su desalojo definitivo
Mauro Morandi, conocido por la prensa como el “Robinson Crusoe” italiano, murió a comienzos de este año a los 85 años luego de pasar más de tres décadas en completo aislamiento en la isla de Budelli, cerca de Cerdeña.

Su muerte ocurrió en la ciudad de Modena, al norte de Italia, tras un deterioro de su salud después de un accidente y una estadía en un hogar de cuidados.
El vínculo de Morandi con Budelli comenzó en 1989, cuando su catamarán sufrió una avería mientras intentaba llegar a la Polinesia.
“Exasperado por el consumismo, la política y otros aspectos de la sociedad, me hice a la mar en busca de mi paraíso”, comentó en una entrevista con The Guardian en 2021.
Al descubrir que el cuidador de la isla estaba a punto de jubilarse, Morandi decidió quedarse y hacerse cargo del lugar, abandonando definitivamente la idea de completar su travesía náutica.

Durante 32 años, vivió solo en Budelli, instalándose en un refugio construido durante la Segunda Guerra Mundial. Asumió la tarea de preservar las playas y los caminos de la isla, y se dedicó a educar a los turistas sobre el ecosistema local.
“Cuidé la isla sin problemas durante años, manteniendo sus playas limpias y enseñando a los visitantes de verano sobre su entorno”, relató.
El contacto con el exterior era mínimo. Mauro Morandi recibía alimentos por barco desde la cercana La Maddalena, la isla más grande del archipiélago, mientras que un sistema solar que él mismo instaló generaba la energía necesaria para su refrigerador, iluminación e incluso una conexión básica a internet. Los inviernos los pasaba recopilando leña, leyendo y descansando.
La soledad y el aislamiento se convirtieron en elementos centrales de su vida. “Me acostumbré tanto al silencio. Ahora es ruido continuo”, aseguró tras ser forzado a regresar a la vida urbana.

Su salida de Budelli en 2021 no fue voluntaria. Las autoridades del parque nacional de La Maddalena notificaron su desalojo para transformar la isla en un centro de educación ambiental.
“He renunciado a la lucha. Tras 32 años aquí, me siento muy triste por marcharme. Me dijeron que deben realizar obras en mi casa y esta vez parece ser definitivo”, declaró entonces en The Guardian.
Tras su salida, el Estado le asignó un apartamento de una habitación en La Maddalena. Su adaptación a la vida urbana fue complicada, en parte debido al contraste con la rutina establecida en la isla.
“Yo soy la prueba viviente de que una segunda vida es posible. Siempre se puede empezar de nuevo, incluso después de los 80, porque hay otras cosas que se pueden experimentar, un mundo totalmente diferente”, contó a CNN en una de sus últimas entrevistas.
El aislamiento voluntario de Morandi atrajo la atención internacional. Durante su estancia en Budelli, acumuló más de 70.000 seguidores en redes sociales, quienes compartieron mensajes de despedida tras su fallecimiento.

“Ciao Mauro, ahora puedes volver a la isla que te protegió durante décadas”, escribió uno de sus seguidores.
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por problemas de salud, exacerbados por una caída que sufrió en el verano previo a su muerte.
Fue hospitalizado y trasladado a un centro de cuidados en Sassari, Cerdeña, antes de regresar a Modena. En sus publicaciones finales, explicó que estuvo internado en una residencia sanitaria asistida en el área de Reggio Emilia.
La experiencia de Mauro Morandi se convirtió en un ejemplo de autosuficiencia y ruptura con el estilo de vida tradicional.
El exprofesor de educación física rechazó las comodidades materiales y las presiones de la sociedad de consumo para abrazar una existencia centrada en la autarquía. “Rechacé el consumismo y la sociedad”, explicó alguna vez.

Tras su deceso, amigos y seguidores afirmaron que iban a esparcir sus cenizas en el mar para rendir homenaje a su memoria.
