Uno de los espacios del Comcar está dominado por las ratas, los gritos y los enfrentamientos hasta la muerte entre los reclusos; un ex ministro del Interior propuso poner “una bomba” allí para tirarlo abajo
El hombre, de 28 años, iba a la cárcel por primera vez. Su condena duraba cuatro meses y, como a tantos otros, le tocó ir al módulo 11 del Comcar, una de las cárceles más peligrosas de Uruguay. En ese lugar, este privado de libertad estuvo secuestrado durante 40 días por otros cinco presos que compartían celda con él.
Lo retuvieron, lo golpearon, lo cortaron, le pegaron con maderas con clavos en la punta. Abusaron sexualmente de él. El preso quedó desnutrido, con una anemia y una infección. El periodista Gabriel Pereyra difundió en la red social X las “fotos del horror”, que son muy gráficas del estado de situación del preso después de aquella situación.
Era septiembre de 2021 e Infobae publicó esta noticia con el título Escándalo en el oscuro Módulo 11: un preso fue secuestrado, torturado y abusado durante 40 días en una cárcel uruguaya.

Los años pasaron y el módulo 11 de Comcar sigue siendo uno de los puntos más críticos del sistema carcelario uruguayo. La vida allí es entre ratas y gritos, y los presos son capaces de quemarse vivos para arreglar sus enfrentamientos. Literalmente así: varios privados de libertad han muerto en ese lugar tras incendios intencionales.
La última tragedia así ocurrió en junio, cuando se desató un conflicto entre presos de dos celdas contiguas. El enfrentamiento venía motivado desde hacía varios días e incluso llegó a ocasionar peleas en el patio. En medio de la pelea, los presos lograron romper los candados de la celda y salieron de allí con cortes carcelarios. Cuando vieron la situación, funcionarios de la cárcel fueron al lugar, pero no pudieron ingresar: los privados de libertad colocaron colchones para evitar la munición no letal.

Cuatro de los presos decidieron resguardarse, pero en ese momento se dio un ataque que derivaría en la muerte: los agresores arrojaron un trozo de un colchón en llamas. El fuego se propagó de manera rápida.
El módulo 11 de Comcar es “el lugar más caliente del infierno”, como lo llaman tanto los guardias como los presos que van allí, según un artículo de El País. Tras la muerte de cuatro personas, este diario uruguayo publicó el testimonio de Carlos González Ancheta, un policía retirado que durante más de 30 años fue guardia de ese penal.
González aseguró que trabajar en ese módulo era algo “caótico”. “Se trabaja en medio de las ratas. Se veían montones de ellas hasta el día y se escuchaban en la noche”, describió este ex funcionario.
En el módulo 11 había un “griterío solo” desde que se abre –sobre la hora siete– hasta cerca de la hora 18. “Se vive esas horas con nerviosismo, con tensión. Todo el día gritan, se lastiman, se pelean por todo. Se pelean por un plato de comida”, amplió González.

El ex guardia de Comcar contó que algunas veces se encontró con presos en el pasillo y que es inevitable sentir miedo. De hecho, para él, trabajar con miedo se había convertido en una costumbre.
Los presos rompen los candados del módulo 11 para salir y pelearse con otros presos, para fugarse o para salir a caminar por la noche y robar otras celdas, describió González. Él, que se retiró a principios de año, contó que las celdas del lugar estaban “muy deterioradas” cuando se fue.
El módulo 11 de Comcar es el que tiene la mayor densidad penitenciaria del país y el hacinamiento llega al 150%. La situación es tan crítica que el ex ministro del Interior Luis Alberto Heber planteó que es partidario de “poner una bomba allí” para tirarlo abajo.

El episodio que se dio hace algunas semanas, en el que cuatro presos fueron quemados vivos, fue producto de varios problemas de convivencia, algo que los trabajadores de las cárceles están acostumbrados a vivir.
El módulo 11 está visto como un lugar de castigo. Allí van los presos que tuvieron problemas en otros lugares. En septiembre de 2024, alojaba a 852 reclusos, cuando el aforo máximo que tiene permitido es de 498, según cifras oficiales consignadas por El País.
Las celdas están diseñadas para ser habitadas por cuatro personas, pero en la mayoría hay ocho o nueve. El acceso a agua potable se da por un artefacto que “no se considera material apto para estar expuesto a la radiación solar”. No hay duchas propiamente dichas ni suministro de agua caliente. Las celdas no están pensadas para que las personas se bañen allí, por lo que los desagües no soportan esa cantidad de agua.
Para higienizarse, los presos deben juntar agua y calentarla como pueden. La electricidad no llega a través de un tendido eléctrico sino a través de un cable que se conecta de manera precaria a un pico de luz.
