Bienestar

Bebidas energéticas y adolescentes: alertan por daños en el riñón, el corazón y la salud mental

Se comercializan como impulsores del rendimiento, pero su uso frecuente en menores puede generar trastornos físicos y emocionales.

El consumo de bebidas energéticas entre adolescentes y jóvenes adultos creció de forma sostenida en los últimos años. Estas bebidas, que suelen contener altas dosis de cafeína, taurina, azúcares y otros estimulantes, prometen mejorar la concentración y el rendimiento físico, pero diversos estudios e instituciones médicas advierten sobre sus posibles efectos perjudiciales para la salud física y mental.

Daño renal y alteraciones cardíacas

“Los adolescentes están desarrollando problemas renales por el consumo regular de bebidas energéticas, algo que antes no veíamos con esta frecuencia”, sostuvo un portavoz del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés), citado en una advertencia institucional sobre hábitos de consumo entre jóvenes.

La alta concentración de cafeína también puede impactar directamente en el sistema cardiovascular. “Una lata de bebida energética puede contener hasta 300 mg de cafeína, lo que sobrepasa el límite tolerado para un adolescente y se acerca peligrosamente al umbral diario de un adulto”, detalló la Clínica Mayo (EE.UU.), que establece el consumo seguro para adultos en un máximo de 400 mg diarios.

Riesgos para la salud mental

“Las bebidas energéticas pueden interferir con los mecanismos cerebrales que regulan el sueño, el estado de ánimo y la concentración. Esto es especialmente preocupante en jóvenes con trastornos como el TDAH o ansiedad”. Así lo sostuvo el Dr. Joel Young, psicólogo clínico con base en Estados Unidos.

Las bebidas energéticas son consumidas por los jóvenes para aguantar muchas horas sin dormir.

Entre los efectos psicológicos observados en consumidores frecuentes, se encuentran: alteraciones del sueño, irritabilidad, dependencia psicológica, nerviosismo y problemas de concentración. El vínculo entre el consumo excesivo de cafeína y el insomnio ha sido documentado en diversas poblaciones estudiantiles, en particular entre adolescentes que enfrentan altas exigencias académicas o deportivas.

Además, una investigación realizada por expertos de la Universidad de Minnesota halló que el uso crónico de bebidas energéticas en adolescentes está vinculado con una mayor probabilidad de consumir alcohol, tabaco u otras sustancias adictivas en etapas posteriores.

¿Cuánto es demasiado para un adolescente?

“El consumo de cafeína en menores debe ser moderado y estrictamente vigilado. Para los adolescentes, el límite máximo es de 100 mg diarios, y en menores de 12 años debería evitarse completamente”, advirtieron investigadores citados por la revista especializada ADDitude, dedicada a la divulgación sobre el TDAH y salud mental infantojuvenil.

Un solo envase puede contener más del triple de la cafeína recomendada para un menor.

“La cafeína puede interferir con el desarrollo neurológico, especialmente en áreas vinculadas al sueño profundo, el aprendizaje y la regulación emocional”, explicó Jill Castle, nutricionista pediátrica estadounidense, quien recomienda a padres y madres observar los ingredientes de las bebidas y educar a sus hijos sobre los riesgos del consumo excesivo.

Desde organismos sanitarios internacionales también se analizan medidas regulatorias para restringir la venta de bebidas energéticas a menores de edad. En algunos países europeos, ya se implementaron políticas de advertencia en el etiquetado y restricciones en entornos escolares.

El problema se agrava por la facilidad de acceso y el marketing dirigido a adolescentes, que muchas veces consumen estas bebidas antes de entrenamientos deportivos, exámenes o incluso en contextos recreativos junto con alcohol, lo que potencia sus riesgos.

Un hábito riesgoso que requiere regulación

A la luz de estos hallazgos, profesionales de la salud y asociaciones médicas insisten en la necesidad de campañas de concientización sobre los efectos de la cafeína y otros estimulantes en el organismo adolescente.

Los especialistas coinciden en que, más allá del marketing, el consumo rutinario de bebidas energéticas puede comprometer la salud a corto y largo plazo. Alteraciones cardíacas, dependencia a sustancias, trastornos del sueño y daño renal están entre los principales riesgos documentados.

Es fundamental que madres, padres, educadores y profesionales de la salud estén al tanto de estos efectos y trabajen en conjunto para fomentar hábitos de consumo más saludables en adolescentes.

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