En una casa donde el televisor permanece encendido todo el día y el sonido de las notificaciones interrumpe incluso el silencio, crecen niños que aprenden a mirar el mundo a través de una pantalla desarrollando preocupantes problemas a largo plazo.
El uso excesivo de dispositivos tecnológicos durante la infancia y la adolescencia ya no es solo una preocupación teórica. Detrás de muchas alteraciones del comportamiento, desde la irritabilidad hasta el retraimiento, se esconde una exposición prolongada y sin control a entornos digitales.
La tecnología, que puede ser una herramienta de aprendizaje y conexión, se convierte en un factor de riesgo cuando sustituye la interacción directa, el juego físico y el contacto humano.

Ansiedad, violencia y depresión: consecuencias silenciosas del exceso digital
En los últimos años, profesionales de la salud mental han detectado una relación directa entre el uso intensivo de pantallas y una lista creciente de problemas emocionales y conductuales.
Niños con dificultades para concentrarse en clase, adolescentes con baja motivación escolar, episodios de ansiedad, insomnio, agresividad, pérdida de interés por actividades fuera del entorno digital y hasta síntomas de depresión.
Estos no son casos aislados, sino patrones cada vez más extendidos, que se agravan en ausencia de un acompañamiento adulto activo.

Impactos físicos: obesidad infantil, mala postura y fatiga visual
El impacto también alcanza a la salud física. La obesidad infantil, los trastornos del sueño, los problemas de postura o la fatiga visual se han vuelto más frecuentes en hogares donde la tablet o el teléfono móvil acompañan al menor desde que se despierta hasta que se duerme.
En algunos casos, incluso lo hace durante la noche. Y es que dormir con el dispositivo en la cama se ha normalizado en muchos hogares, pese a los efectos adversos que esto conlleva.
Las redes sociales y su potencial adictivo en adolescentes

Según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud, uno de cada diez adolescentes presenta un uso problemático de redes sociales, con indicadores similares a los de una adicción.
Entre las chicas, este patrón es aún más acentuado. El 13 % de las adolescentes encuestadas confesó sentir dificultades para controlar el tiempo que pasa conectada, frente al 9 % de los chicos.
Las plataformas, diseñadas para captar la atención y mantener al usuario en línea el mayor tiempo posible, son especialmente eficaces cuando el usuario es joven y vulnerable.
Expertos señalan riesgos de la ausencia familiar
Las especialistas Cindy Paola Bermúdez y Paola Quinn, del Centro de Psicología Clínica de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, coinciden en que la clave está en la supervisión.
“Se han identificado relaciones directas entre el uso excesivo de la tecnología y problemas de atención, concentración, baja motivación escolar, conductas violentas, alteraciones del sueño, comportamientos desafiantes, dificultades para establecer relaciones sociales en contextos no digitales, síntomas de ansiedad, depresión e ideación suicida”. Para ellas, el acompañamiento del adulto no es solo deseable, sino imprescindible.

La crianza en tiempos digitales exige nuevas habilidades. Ya no se trata solo de limitar horas de pantalla, sino de estar presentes para saber qué contenidos consumen los menores, con quién interactúan y cómo eso les afecta emocionalmente.
No basta con restringir. También hay que educar. Enseñar a diferenciar información veraz de la falsa, promover el respeto por la privacidad, fomentar el pensamiento crítico y fortalecer los vínculos familiares a través de espacios compartidos sin dispositivos.
Algunas recomendaciones concretas pueden marcar la diferencia. Entre los cero y los seis años, lo más recomendable es evitar al máximo el uso de pantallas, ya que en esa etapa se necesita estimulación sensorial directa. En edades mayores, es importante establecer normas claras y coherentes.
No permitir pantallas antes de dormir, conocer las aplicaciones que utilizan, establecer momentos de desconexión en familia y hablar abiertamente sobre lo que les gusta o inquieta del mundo digital.
La tecnología no es enemiga de la infancia, pero tampoco debe ser su único entorno. Cuando se usa con criterio, potencia la creatividad, favorece el aprendizaje y permite mantener vínculos a distancia.
