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Opinión

Llueve sobre mojado

Cuentan quienes conocen a Javier Milei que atraviesa los últimos días con una dosis extra de irascibilidad. Por encima de su promedio habitual. No es para menos: al aumento de la desconfianza por la política cambiaria oficial y el demorado acuerdo con el FMI que despejaría el horizonte se sumaron las tempestades globales por los aranceles de EE.UU., con fuerte impacto para la Argentina, y el cachetazo del Senado al cancelar la promoción de sus dos candidatos a la Corte Suprema. El frustrado encuentro con Donald Trump tampoco contribuyó al ánimo presidencial. Sobre llovido, mojado.

La seguidilla de nubarrones parece quitarles lustre incluso a las buenas noticias, como la nueva medición de la pobreza que divulgó el Indec, con un acentuado descenso gracias a la reducción de la inflación. Cierto es que la exageración de la maquinaria comunicacional libertaria puede haber contaminado la evaluación positiva de la novedad. Algo similar a la reinterpretación del “voto con los pies” de los kelpers en el aniversario por Malvinas.

Aunque el árbol no debería tapar el bosque, este abuso de la propaganda mileísta acaso conspire, en ocasiones, contra el propio gobierno.

Es tan innecesario agigantar el recorte del número de pobres como patético pretender instalar que los productos argentinos fueron los menos arancelados por Trump gracias a Milei. A muchos países, empezando por casi todos los latinoamericanos, EE.UU. les impuso el 10% de sobrecargos.

Semejante desmesura, una característica esencial del mileísmo y de la nueva ultraderecha global, volvió a expresarse ante el intempestivo viaje del Presidente a Mar-A-Lago, el condominio de descanso trumpista.

Si bien la excusa formal era la enésima recepción de un premio desconocido, la expectativa de Milei era encontrarse allí con su par norteamericano y dar la señal de que están encaminadas las negociaciones con el Fondo y con la reducción arancelaria.

Hasta el propio canciller Gerardo Werthein admitió la factibilidad de ese encuentro, al que esperaba asistir desde Washington. Además del ministro de Relaciones Exteriores, junto a Milei estuvieron su hermanísima Karina y el jefe del Palacio de Hacienda, Luis Toto Caputo.

Según informó la prensa estadounidense, Trump se demoró en un torneo de golf, que incluyó cena, y su llegada tardía a la residencia obturó la tan ansiada reunión. Tanto despliegue, en medio de las turbulencias, para nada. Puede fallar.

Lo que falló y de manera contundente, mucho peor de lo que se preveía, fue la aspiración oficialista de que el Senado convalidara los pliegos de ascenso a la Corte Suprema del juez federal Ariel Lijo y del catedrático Manuel García-Mansilla. Y fue sin anestesia.

La decisión de Milei de impulsarlos por decreto y en comisión en la última semana de febrero (la única en la que no había sesiones en el Congreso) dinamitó cualquier chance de transacción. Política, se entiende. La Cámara alta decidió impedir que el Poder Ejecutivo le sustrajera una de sus facultades exclusivas, consagrada por la Constitución.

Ese sentimiento de rechazo se exacerbó desde que García-Mansilla asumió prontamente en el máximo tribunal, después que en su exposición ante el cuerpo legislativo había sostenido que rechazaba la idea de llegar a la Corte por decreto. Esa fue una de las razones por las que cosechó más votos negativos que Lijo. Su suerte como cortesano está echada. Es cuestión de días, avisan fuentes judiciales. ¿Será así?

Lijo masculla veneno desde hace algún tiempo. Pese a los ingentes esfuerzos propios, del propio supremo Ricardo Lorenzetti (quien lo patrocinó ante el Gobierno), de colegas e influyentes varios, el controvertido juez federal ya había sido notificado de que su pliego tampoco pasaría.

De poco valía que hubiera obtenido dictamen favorable, al revés de García-Mansilla. Antes del decreto, claro.

Curioso, y riesgoso, que algunos de los que firmaron ese dictamen a favor de Lijo en el recinto votaron en contra. Tal los casos de la kirchnerista catamarqueña Lucía Corpacci y el radical correntino Eduardo Vischi. ¿Sobrevendrá sobre ellos la venganza de Lijo y sus contertulios de Comodoro Py? ¿La vindicta incluirá a Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri?

La inserción de los expresidentes en este proceso está lejos de ser casual: sus senadores fueron claves para derribar a Lijo. Macri había avisado desde el comienzo que era un límite. El peronismo lo puso en la mesa de toma y daca, sin éxito.

De hecho, Milei pareció apuntar a ambos exmandatarios en su colérica reacción por redes sociales, tras el voto negativo del Senado. Escribió: “¿Dónde están todos los que decían que yo tenía un pacto de impunidad con la ex Presidente doblemente condenada? ¿Pedirán perdón todos los políticos y periodistas que afirmaron esa mentira ahora que dos sectores de la oposición PACTARON voltear los dos jueces y Ficha Limpia en la misma sesión? Parece que el pacto era de aquellos preocupados por sus causas penales”. La campaña electoral y el cercano test porteño exacerban todos los ánimos.

Tal vez el más expuesto por esta derrota política haya vuelto a ser el asesorísimo Santiago Caputo, el ideólogo de la estrategia para que Lijo y García-Mansilla se sentaran en la Corte. Sus oídos fueron los que escucharon –en el inicio de la semana– la imploración del senador radical-dialoguista Vischi de que retiraran los pliegos para evitar un papelón histórico: nunca antes desde el retorno democrático a una administración se le rechazaban las postulaciones en el recinto. Cuando los votos no alcanzaban, se retiraban las candidaturas. En esta oportunidad era “plata o mierda”.

A la obcecación, Caputo le agregó impericia, una fórmula que puede resultar tan explosiva como peligrosa. Intentó meter con fórceps que se tratara en la misma sesión el proyecto Ficha Limpia, para que el kirchnerismo viera a qué se exponía si había quorum. Y a último momento, en una maniobra desesperada, impulsó que se postergara el debate cuando se estaban sentando en sus bancas.

Antes, durante y después, Caputo buscó culpar a Victoria Villarruel de lo que sucediera. Hay quienes creen en el oficialismo que otra de las motivaciones para que Milei viajara de imprevisto a EE.UU. era para dejar a cargo del Ejecutivo a Villarruel, y así impedir que maniobre ante una sesión que el Gobierno pretendía suspender. El asesorísimo se lo endilgó desde una de las cuentas que se le adjudican, lo que fue replicado por la vicepresidenta.

Este cruce eventualmente le puede servir a Caputo para disimular otra de sus crecientes patinadas. Sobre todo ante Karina, que toma nota. Acumula facturas. Y espera, aunque lo invite a su reducido brindis de cumpleaños.

Porque no todo marcha acorde al plan.

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