El clásico de Avellaneda se vivió bajo un clima hostil y caliente que los propios protagonistas se encargaron de encender. Apenas los jugadores salieron al terreno de juego, la transmisión oficial mostró que detrás de cada intérprete que se presentaba para disputar el duelo de la ciudad se encontraba una bandera en la tribuna de Independiente que hacía referencia a la paternidad sobre Racing: “Hijos nuestros morirán”.
Si bien el dueño de casa llevaba 4 años sin poder vencer a la Academia en su propia casa, el peso de la historia fue un argumento para burlarse de los hinchas que seguían las acciones a través de la pantalla de TV.
Como si se tratara de una iniciativa cargada de nostalgia, los fanáticos albicelestes respondieron cuando el cronómetro de Nicolás Ramírez llegó al minuto 23. En ese instante, las cámaras se encargaron de mostrar a un dron que cruzó todo el Libertadores de América con un mensaje dedicado a todos los presentes: “Infelices 23 años”, junto al escudo de Racing. Una leyenda en referencia a la cantidad de tiempo que lleva el Diablo sin conseguir un título local.
En el pasado ya se había visto un episodio similar. Fueron años en donde los hinchas de la Academia se aferraban a la pasión que demostraban día a día en los tablones. La sequía de alegrías en la década del noventa, el descenso y la cargada constante de los vecinos fueron razones que habían motivado a Marcelo Betbesé (reconocido en las gradas como Marce Stone) a planificar estrategias que enorgullezcan a los académicos.»El avión que decía Rojo amargo: 11 años, lo contraté porque llevaban mucho tiempo sin ganarnos en un clásico. Me acuerdo que se generó un mito que iba a pasar un helicóptero tirándole azúcar a los hinchas, pero eso nunca existió. Nada más le tiramos a Menotti el día que jugamos en el Cilindro», relató en diálogo con Infobae el impulsor de las ocurrencias que quedaron en la historia.
El nombre de Marcelo Stones es un emblema en la popular del Presidente Perón. Durante la década del noventa en las tribunas de la Academia se vivía una fiesta constante más allá del resultado. En la tarde del domingo pasó una situación similar. Allegado a Gustavo Costas, por la amistad que se forjó cuando los propios hinchas levantaron el predio Tita Mattiussi que hoy pertenece a las Divisiones Inferiores de Racing, la esencia del fanático que se convirtió en jugador de póker profesional estuvo presente con una ocurrencia que no pasó desapercibida.
El clásico terminó empatado. Gastón Martirena abrió el marcador para la Academia, pero Álvaro Angulo selló el 1 a 1 en el complemento. Rodrigo Rey sostuvo al Rojo en el primer tiempo, cuando el combinado de Costas generó varias ocasiones para liquidar el pleito. En la segunda etapa Independiente reaccionó y llevó el pleito a la zona de Gabriel Arias hasta alcanzar la igualdad. La repartición de puntos fue justa. Y ambos se fueron con bronca por no haber podido quedarse con la victoria.
