La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir un máximo de 50 gramos de azúcar al día para después no generar problemas de salud. En este marco, tenés que prestar atención a las cinco señales que indican que estás comiendo de más y prevenirlo a tiempo.
La mayor parte del azúcar que consumimos ni siquiera es intencional, ya que puede estar escondido en distintos alimentos y no siempre es fácil reconocerlo en las listas de ingredientes.
Las 5 señales que indican que estás comiendo demasiado azúcar
Algunos indicios para estar alerta sobre el excesivo consumo de azúcar, según la nutricionista Lela Ahlemann en diálogo con Vogue:
- Aumento de peso y hambre constante: “Si comes demasiado azúcar, tienes hambre constantemente”, mencionó Ahlemann. En este sentido, afirmó que este alimento aumenta los niveles de glucosa en sangre a corto plazo pero no tiene un efecto saciante duradero por su falta de fibra. El hambre constante conlleva a consumir más alimentos, lo que finalmente concluye en un aumento de peso.
- Acné: la hormona llamada factor de crecimiento aumenta estimula las glándulas sebáceas y la queratinización excesiva en la zona de las glándulas sebáceas, por lo que se obstruyen y generan la aparición de acné en la piel.
- Antojos y cambios de humor: el aumento de los niveles de glucosa en sangre provoca una liberación de insulina, pero es tan fuerte que el azúcar en sangre no baja al nivel normal, sino que se mantiene por debajo del valor de referencia, por lo que se provoca una hipoglucemia relativa que culmina en antojos o mal humor en algunas personas.
- Inflamación y sistema inmunológico débil: si la cantidad de azúcares simples, como la glucosa y la fructosa, que consumimos supera la capacidad del intestino delgado, siempre termina en el intestino grueso. En este sentido, se convierte en alimento para las bacterias que pertenecen al intestino grueso.
- Envejecimiento acelerado: “En nuestro colágeno, lo ideal es que las fibras discurran en paralelo; cuando el tejido se saca, se producen enlaces cruzados en el tejido conectivo del colágeno, lo que lo hace rígido, quebradizo, más fácil de degenerar y, lo que es muy importante, el cuerpo también tiene menos capacidad de autorepararse. Esto significa que la calidad de nuestro colágeno se deteriora”, explicó la especialista.