El experimento libertario entró en una nueva fase de su recorrido extravagante. Milei cedió la conducción política del proceso a Santiago Caputo que, escaso de herramientas, apeló a la casta prehistórica que encarna la matriz que supo conducir el histórico operador radical Coti Nosiglia.
Veamos. Mario Lugones es el jefe de toda el área de salud, que va desde el Ministerio hasta el Pami y la Superintendencia. Su cargo es asesor en salud de la Jefatura de Gabinete, no firma pero manda, en una lógica de metagobierno que se reproduce a lo largo de toda la estructura del Estado y que tiene a Santiago Caputo como conductor.
Mario Lugones es director y socio del Sanatorio Güemes, propiedad de Enrique Nosiglia y Luis Barrionuevo. Su hijo, Rodrigo Lugones, es socio de Santiago Caputo y Guillermo Garat en la consultora Move. Pero hay que evitar el razonamiento lineal, la vida es más compleja. Rodrigo Lugones y Santiago Caputo tienen autonomía de Nosiglia. Mario, menos. Como también es cierto que si antes de Milei, Rodrigo era el líder de la consultora, ahora el jefe es Caputo. Las cosas cambian.
Sigamos. Alejandra Rafuls es una operadora de prensa que tuvo su momento de fama cuando defendía a capa y espada a Víctor Alderete, el infame presidente del Pami de Carlos Menem, que contribuyó a la fortuna de Rafuls y su marido Jorge Gandara. Ambos muy cercanos a Nosiglia, al punto que Rafuls le maneja la comunicación al Sanatorio Güemes. Hoy están asesorando a Santiago Caputo en su toma de control de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que por la cantidad de consultores de prensa que está contratando, todo indica que quiere convertir en la plataforma de operación sobre los medios. Es la prehistoria de la casta, con sus modos e ideas, al auxilio de los libertarios.
Pero hay más. Santiago Caputo, como reveló LPO, también utiliza a YPF para amplificar su incidencia sobre los medios a través del presupuesto de publicidad de la petrolera estatal, que sólo en los primeros tres meses del año su vicepresidente Garat hizo estallar hasta los 10 mil millones de gasto. Quien cursa la pauta es la agencia Sentidos de Andrés Bidart, otro viejo amigo de Nosiglia. Esto no significa que el Coti esté atrás de todo, pero es un hecho que la matriz de poder que construyó el radical está regresando al poder de la mano de Caputo. «El Coti manda y define en Salud, en el resto, es gente cercana a él que en los años fue construyendo vínculos entre sí», explica alguien que lo conoce bien.
Aunque la suma de coincidencias despierta sospechas. El nuevo secretario de Estrategia es Luis Vila, histórico hombre de Nosiglia en los servicios de inteligencia, que llegó al cargo de la mano del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Los tres comparten un mecenas común: el empresario Eduardo Eurnekian, empleador del presidente Milei.
Tenemos así un metagobierno que flota sobre el gobierno visible, con gente que es asesora o nada, que no firma pero manda. Esto también es prehistoria de la casta. Esa idea de supuestos iniciados, que si no firmás y conseguís gente que lo haga por vos podés usufructuar el poder y estás a salvo de la persecución penal. Malas noticias. La causa cuadernos barrió con ese diseño de la impunidad. Martín Larraburru, ex secretario privado de Abal Medina, estuvo preso porque un testigo lo involucró en la red de coimas. Lo mismo le pasó a Nelson Lazarte, un colaborador de Julio de Vido. Ninguno había firmado nada ni tenía vínculo funcional con los expedientes investigados.
«Es un error no asumir cargos, te yabraniza, el que recomienda eso no entiende que el país cambió», explica un dirigente que conoce hace décadas los pasillos que hoy deslumbran a Caputo.
Y en este punto pasamos a la Justicia. No es casualidad que Santiago Caputo, a través del viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, se haya metido en la designación de jueces en el Consejo de la Magistratura. Fue, además, uno de los impulsores de la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema. Si creen que compran un seguro, buena suerte con eso.
Vemos entonces que el líder de los Peaky Blinders pasó de dedicarse al manejo de trolls y el discurso de posicionamiento electoral, a hundirse hasta el cuello en esa zona radioactiva que cruza espías, políticos, jueces y medios. Y eligió hacerlo de la mano de gente experta en esa tarea, como los mencionados más arriba, a los que se suman los consultores Gastón Douek y Adrián Kochen.
Se trata de un reflejo comprensible en la emergencia, para darle estabilidad a un gobierno que no hace pie en la política. Porque como dijo Francos: «Milei no entiende la política argentina». El problema es que esa idea de apelar a «los malos» -como el propio Santiago Caputo los caracterizó en un tuit-, es tan vieja como ineficaz. La idea que existe un lugar oscuro del poder donde todo se acuerda y se resuelve es una fantasía equiparable a las profecías de Parravicini, que el asesor se tatuó en la espalda.
Una cosa es la buena información, como insumo indispensable del poder, y otra la política, donde se requiere, sobre todas las cosas, sentido común. Gente como el mítico Chueco Mazzón, histórico operador del peronismo, sabía meterse en el barro, pero se destacaba por simplificar lo complejo y encontrar lo relevante en el mar de chismes y estupideces que cruzan el poder.
Gente sensata haciendo cosas prácticas, es lo que se requiere. El espionaje y las prácticas esotéricas son apelaciones a un mundo mágico, que se supone no tiene cabida en la inflexible lógica de la Escuela Austríaca.