Javier Milei decretó la convocatoria a sesiones extraordinarias el pasado 22 de diciembre, con el propósito de que el Congreso sancionara sus iniciativas entre la Navidad y el 31 de enero. Sin embargo, el Mega DNU y el problemático tratamiento de la ley ómnibus en Diputados aguaron sus planes: ante el empantanamiento legislativo, el 19 de enero el Presidente prorrogó el período hasta el 15 de febrero pero el saldo de las discusiones dejó al gobierno sin nada.
Originalmente, el temario incluía la reversión de la eximición del Impuesto a las Ganancias, asunto que la Casa Rosada terminó bajando en su cruzada contra los gobernadores, y la Boleta Única de Papel (BUP), que fue aprobada en comisión en el Senado pero que no llegó al recinto. Las dificultades que conspiraron contra el debate de BUP en el pleno de la Cámara Alta no sólo se deben a la dificultad que afronta la vicepresidenta Victoria Villarruel por el rechazo mayoritario al DNU 70/23 sino también al hecho de que sólo contaría con 36 voluntades para darle sanción definitiva.
Asimismo, el decreto incorporaba 8 proyectos para aprobar convenios entre Argentina y otros países, con el objetivo de evitar la doble imposición.
La marca de la derrota de Milei en el Poder Legislativo no es inédita pero deja una huella. «También Alberto Fernández mandó un temario de 27 iniciativas para extraordinarias y no se le votó ninguna, aunque también estaba contemplado el juicio político que se discutió en comisión pero no pasó nada», comentaron en uno de los bloques opositores del Senado ante la consulta de LPO.
En ese sentido, una senadora problematizó la idea de que el padre del fracaso sea el Presidente. «¿De quién es la responsabilidad de que no haya leyes? ¿De Milei o del Congreso? ¿Cómo lo ve la sociedad hoy?», preguntó, y agregó: «más allá de que el análisis indique que no supo manejar la gestión Milei, a este gobierno le importa más el relato que las herramientas políticas y, en ese punto, están ganando por ahora».
