Pese a eso, Bukele se adjudicó la victoria en sus redes sociales. «De acuerdo a nuestros números, hemos ganado la elección presidencial con más del 85% de los votos y un mínimo de 58 de 60 diputados de la Asamblea. El récord en toda la historia democrática del mundo. Nos vemos a las 9pm frente al Palacio Nacional. Dios bendiga a El Salvador», publicó el presidente salvadoreño en su cuenta de X.
«El Salvador ha roto todos los récords de todas las democracias del mundo», celebró desde el balcón del Palacio Nacional, donde aseguró que «la oposición quedó pulverizada».
«El Salvador estaba con metástasis, pero hicimos cirugía, estamos en radioterapia, y vamos a salir sanos ya sin el cáncer de las pandillas», había dicho más temprano en una rueda de prensa.
Bukele, de 42 años, asumió el poder en 2019, con un perfil atractivo para los votantes cansados de «la política tradicional». Miembro de una familia empresarial, dio el salto a la administración pública a los 31 años, en 2012, cuando fue electo alcalde de la localidad de Nuevo Cuscatlán por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), espacio de izquierda en el bipartidismo salvadoreño.
En 2015, se convirtió en alcalde de la capital, San Salvador, oficina que usó como trampolín para llegar a la presidencia. A fuerza de una personalidad fuerte y carismática, eslóganes atractivos y una fuerte presencia en redes sociales, fue moldeando su imagen política asociada a «lo nuevo» y cautivó a un electorado desencantado con el sistema y azotado por la violencia de las maras, las pandillas que dominaban la vida cotidiana en todas las ciudades del país.
Para hacerse con la banda presidencial, rompió con el FMLN y se alió con la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), de centroderecha. Luego, terminaría creando su propio espacio, Nuevas Ideas, que es con el que se presenta en estas elecciones.
Una de sus principales banderas es su ofensiva contra las pandillas, que habían convertido al país en uno de lo más violentos del mundo. El Salvador logró bajar a mínimos históricos los asesinatos (2,4 por cada 100 mil habitantes, según cifras oficiales), pero toda la gestión estuvo atravesada por denuncias de abusos, que incluyeron «arrestos arbitrarios», «torturas» y «muertes de presos». Unos 7 mil detenidos, de entre más de 75 mil, fueron liberados tras ser hallados inocentes.
Otra medida que puso los ojos del mundo sobre El Salvador fue la adopción del bitcoin como moneda de curso legal, para buscar una mayor formalización de la economía y hacer que las remesas del exterior fluyeran a menor costo. Sin embargo, según una encuesta de la Universidad Centroamericana (UCA), el 88% de los salvadoreños no usó la criptomoneda durante 2023.
A comienzos de febrero, la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) denunció el incremento de las agresiones contra reporteros y medios de comunicación en 2023 y señaló al Estado como el principal agresor. Para Angélica Cárcamo, presidenta de la entidad, el incremento de las agresiones evidencia un «deterioro» de la libertad de prensa en el país bajo el gobierno del presidente Nayib Bukele.
El Centro de Monitoreo de Agresiones a Periodistas de la APES registró 311 agresiones en 2023, que «representan un aumento de más del doble de las agresiones documentadas en 2022», cuando contabilizó 147. Entre «los agresores más recurrentes» figuran «diputados de la bancada oficialista» en el Congreso, además de «soldados, policías y los medios estatales».
Además, sus ataques a la división de poderes fueron en aumento. En 2020, cuando no contaba con mayoría en el Legislativo, irrumpió con militares armados en el Congreso para exigir a los diputados la aprobación de un crédito para luchar contra las pandillas, mientras miles de seguidores lo esperaban en el exterior al grito de «insurrección».
Al año siguiente, ya con el dominio de la Asamblea Legislativa tras las elecciones de medio término, su primera medida fue la destitución de los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y del titular de la Fiscalía General de la República, lo que eliminó todo contrapeso a su poder. Asimismo, los magistrados que puso en reemplazo de los anteriores habilitaron su reelección, prohibida por la Constitución, con una polémica relectura del texto.
Nayib Bukele, camino a la reelección y a su consolidación total
A pesar (y como consecuencia) de todo esto, Bukele se encamina hacia una arrolladora victoria en los comicios de este domingo. Según la última encuesta elaborada por Observa El Salvador 2024, un consorcio formado por ocho organizaciones civiles, el Presidente obtendría el 70,9% de los votos, mientras que los opositores unidos no llegarían ni al 10%: Manuel Flores, candidato del Frente Nacional Farabundo Martí (FMLN), sacaría un 2,9%, seguido por Joel Sánchez, de Arena, con el 2,7% y Luis Parada, de Nuestro Tiempo, con el 1,1%. El quinto lugar, con el 0,6% lo compartirían Marina Murillo de Fraternidad Patriota Salvadoreña y José Renderos de Fuerza Solidaria.
De confirmarse los números, Bukele conseguiría 57 de las 60 bancas, con lo que reforzaría su control de la Asamblea Legislativa, eliminando cualquier posibilidad de contrapeso en el recinto. El FMLN obtendría dos bancas y Arena, el tradicional espacio de derecha, una.
Los demás partidos, en tanto, enfrentan la posibilidad de perder su personería jurídica, dado que de acuerdo con la ley electoral salvadoreña, las agrupaciones políticas deben obtener un mínimo de 50.000 votos o al menos un escaño para conservarla.
Así que buena parte de los partidos opositores, ya en crisis interna ante un nuevo escenario político en el que no han sabido elaborar propuestas tentadoras para el electorado, se enfrentan ahora a la posibilidad de desaparecer.
Las principales críticas a Nayib Bukele
El periodista de investigación salvadoreño Fernando Romero sostuvo en declaraciones a Télam que, con la reelección, «le están dando al presidente, que ya desde el 4 de febrero se convertiría en presidente electo inconstitucional, una carta blanca». Según consideró, lo que hay en El Salvador es una «dictadura», no en la forma de hacerse del poder, sino en la forma de ejercerlo.
«Son estas dictaduras, yo le llamaría del siglo XXI, en las que se accede al poder a través de las vías democráticas y ya estando allí ejerces una dictadura, empiezas a cooptar el Estado mediante procesos democráticos, te vales de la misma democracia para matarla», expresó antes de lamentar que, sin embargo, una gran mayoría de los salvadoreños apoya al Presidente por su política de seguridad contra las maras, que tiene en la «megacárcel» su símbolo más visible.
«Estamos en el umbral de un Gobierno que busca la acumulación de poder», coincidió la investigadora de la ONG salvadoreña Cristosal Karen Estrada, quien evaluó que con la reelección de Bukele se abre «una ventana a un gobierno autoritario en el sentido de que no tiene límites en cuestiones de pesos y contrapesos institucionales y de un fortalecimiento del brazo coercitivo».
Sobre el enorme apoyo a Bukele, Estrada subrayó que «popularidad no se traduce en democracia» y mencionó el informe del instituto de investigación sueco V-Dem de 2023, que clasifica a El Salvador como una autocracia electoral, es decir, «es un tipo de gobierno autocrático, pero con elecciones».
Romero, por su parte, vaticinó que en su nuevo mandato, Bukele, se va a sentir «más empoderado para empezar a perseguir a periodistas, a miembros de organizaciones sociales que vienen denunciando violaciones graves a los derechos humanos, como los asesinatos de civiles en las cárceles, que fueron detenidos durante el régimen de excepción de forma arbitraria bajo el señalamiento de pertenecer a pandillas».
Desde marzo de 2022 rige un estado de excepción que le ha permitido a Bukele, quien dice estar «bendecido por Dios», detener a miles de personas sin ninguna orden judicial. Organismos de derechos humanos denuncian arrestos arbitrarios y como respuesta, Bukele los acusa de defender pandilleros. Esa medida se fue extendiendo desde entonces, pese a que la Constitución prevé que dure 30 días con posibilidad de prorrogarla solo una vez.
«Muy probablemente vamos a empezar a tener más presos políticos, a ver persecución contra periodistas y una consolidación del autoritarismo dibujado de bienestar cuando no existe bienestar», aseguró Romero, quien remarcó que la economía «está en declive» y no hay ningún horizonte de que la situación pueda arreglarse, por lo que vaticinó «empobrecimiento y reducción del poder adquisitivo de las personas».
Sobre la política de seguridad y el supuesto fin de las pandillas, Romero señaló que pese a la drástica caída en la tasa de homicidios que exponen cifras oficiales, no es tan exitosa como la muestran, dado que el «germen de las pandillas sigue vivo y activo».
«Las condiciones que llevaron a jóvenes marginados de la sociedad a integrar estos grupos criminales no han cambiado en El Salvador. La desigualdad sigue y ha aumentado. La pobreza extrema se ha duplicado desde la mitad de la gestión presidencial de Nayib Bukele», afirmó.
La pobreza alcanza al 29% de la población, según la CEPAL, y muchos salvadoreños siguen emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo.