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Opinión

La lección de anatomía

Milei, el admirador de Menem, hizo menemismo al revés. Entregó lo importante para proteger lo accesorio.

La derrota es fundacional porque ofrece a Milei una dosis muy precisa de la experiencia del poder en la Argentina. Se peleó con todo el sistema político para defender el núcleo duro de su ley ómnibus y cuando se asomó al precipicio de la derrota, lo entregó para quedarse con la cáscara. Precipitó el desenlace que quería evitar. Milei, el admirador de Menem, hizo menemismo al revés. Entregó lo importante para proteger lo accesorio. ¿Qué faltó? Sensatez y sentimiento.

Fue una caída en toda la línea, pero evitó el bunker de Berlín. La tentación de inmolarse lo acompañó hasta el final, pero a las 15 de este viernes cuando le comunicaron que la ley no pasaba, eligió la cordura de reconocer una pelea perdida.

Las retenciones y el ajuste a jubilados no pasaba el filtro de Diputados y si se tentaba con jugar a la ruleta rusa, en la madrugada del martes podía encontrarse con una mayoría inesperada que convirtiera en ley la coparticipación del impuesto país. Los gobernadores le pusieron a Caputo ese punto rojo en la frente. No la veía, pero la vio.

Veinticuatro horas antes de la caída, una diputada libertaria que pintaba para estrella, propuso retirar la ley y reemplazarla por una serie de proyectos a tratar en ordinarias: moratoria, bienes personales, retenciones, privatizaciones, blanqueo. No la escucharon, hasta que la escucharon. Y esa hoja de ruta es probable que ahora sea la elegida. Porque el corazón de la ley es un tributo al FMI, que siempre repite la receta: ajusten gastos, suban retenciones, acumulen dólares y paguen la deuda. Lo quisieron sacar todo junto, ahora van a tratar de sacarlo separado.

El lugar común en la política es que van por la aprobación de las emergencias y con eso luego gobernarán por decreto. «Ojalá lo hagan, así se hacen cargo ellos de destruirle el ingreso a los jubilados», afirma uno de los líderes parlamentarios que intentó ayudarlos a sacar la ley hasta la exasperación. «Lograron sacar hasta Pîchetto que es oficialista compulsivo», se ríe resignado el diputado.

La ley ómnibus quedó herida de muerte cuando el gobierno y sus aliados se embarcaron en la aventura de escribir el dictamen después de votado. La primicia de LPO revelando el encuentro en la Recoleta, detonó esa ingenuidad. Creer que a esta altura del partido es posible juntar firmas de diputados en hojas en blanco para después desde un departamento abrir un tribunal de arbitraje que meta y saque artículos con lógica de remate de Breuer Moreno, es olvidar que se está ante la misma sociedad que vivió los diputruchos y la Banelco. Hay senderos que ya no se bifurcan.

Pedirle a una ley de estas dimensiones que sobreviva a la combinación de escándalo, más pésima articulación política era demasiado, incluso para la desmesura de Milei.

Ahora el Presidente y los suyos tuvieron una dolorosa lección de anatomía. Martín y Lule Menem están viendo si logran voltear a Guillermo Francos y migran al Poder Ejecutivo, el Congreso es sinónimo de fracaso, de pasarla mal. Es una carrera de embolsados, Milei le repite a todo el mundo su decepción con Menem y dice que él quería a Ritondo, pero le «pusieron» al riojano. ¿Quien puede imponerle una decisión al Presidente?

El bloque libertario es Medio Oriente. Nadie respeta al jefe de bloque Oscar Zago, que está peleado con Menem. El chat que comparten es la risa del periodismo y la política argentina. Suben fotos de cajas de alfajores Havanna y hacen preguntas del estilo: «¿Chicos, el plenario de comisiones es hoy?». Es lo que cosechó Milei en su búsqueda de influencers para legislar. Hasta acá llegaron.

Martín y Lule Menem están viendo si logran voltear a Guillermo Francos y migran al Poder Ejecutivo, el Congreso es sinónimo de fracaso, de pasarla mal.

El asesor Santiago Caputo fue ungido negociador en jefe en las horas críticas de la ley y estaba más interesado en el impacto en la opinión pública que causaría sesionar el día del paro o un fin de semana, que en el contenido de la norma. «Sería un buen mensaje contra la casta», se entusiasmaba. Así le fue.

Su tío o primo, el ministro Toto Caputo pagó las consecuencias del amateurismo. Ahora tiene que convencer al FMI que sus aprensiones se confirmaron, pero igual el equilibrio fiscal sigue vivo. El organismo, ya curtido en la desmesura de los argentinos, celebró cada declaración rimbombante sobre el ajuste más grande de la historia que prometían Milei y Caputo, pero volvía una y otra vez sobre una pregunta insidiosa: «¿Tienen asegurada la viabilidad política de las medidas?». Hay que ser jodido.

El sistema político es una morsa de carpintero que tiene atrapada la cabeza de Milei y cada día que pasa le da una pequeña media vuelta. La encuestadora Pulso Social midió la imagen del Presidente en Córdoba, la provincia donde ganó por más margen, con un impresionante 76 por ciento. En apenas 40 días perdió 15 puntos de apoyo.

Según distintos sondeos Milei tiene hoy una imagen positiva que ronda el 45%. Es el político con mejor imagen del país y el presidente que arranca con menor adhesión. En el inicio de su mandato Macri trepó a los 60 puntos y Alberto Fernández en la pandemia llegó a rozar el 70 por ciento de imagen positiva.

«Si sigue con este ritmo de caída, cuando impacten todos los aumentos, en Marzo o Abril, Milei puede estar en 35 puntos y ahí lo quiero ver. Todos los gobernadores y dirigentes a los que se quiso llevar puestos, lo van a estar esperando», anticipó a LPO un operador que habla con varios de ellos.

Milei tiene un problema de sustentación. El programa económico no tiene ancla nominal y el gobierno no tiene ancla política. Guillermo Francos está más cerca de la salida que de la entrada. Guillermo Ferraro, que era otro de los que hablaba con la oposición, se fue. Y ahí terminó. Se impuso la lógica miedosa de los gerentes medios de corporación, que imprime del jefe de Gabinete Posse. Ya no queda nadie en la Casa Rosada que entienda en serio de hacer política.

Por eso, Pichetto se apresura y propone un gobierno de coalición. Como si la Argentina fuera Italia o Francia, como si fuera una república parlamentaria. Pero se entiende la idea: hay que dotar al presidente del músculo político que le falta. El problema es que Milei no parece interesado en recibir ese auxilio. Y se queda a medio camino, que es el mejor lugar para fracasar. Por momentos líder mesiánico, por momentos político pragmático.

La mayoría de la sociedad eligió ir hacia un país mas capitalista, homologable a sus vecinos. Ese sendero es con más Pichettos o Ritondos y menos Marlboro, deditos hacia arriba y caritas de Wolverine. En Argentina los únicos que se inmolan son los que no llegan a fin de mes.

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