La decisión de los tres bloques aliados del Gobierno es votarle alguna versión de la ley ómnibus. El PRO, el bloque de Pichetto y Monzó y los radicales, priorizarán la defensa de los artículos que favorecen el equilibrio fiscal. El resto, libertad de acción y que se arreglen como puedan, en una sesión que promete escenas nunca vistas.
Milei se asoma a ese límite vertical con el entusiasmo del escalador amateur: audacia y baja percepción de riesgo. Y todavía no hablamos del Senado donde Villarruel la tiene difícil. Pareciera que el gobierno se olvida que el sistema constitucional argentino prevé que las leyes pasen por dos cámaras, cuando ponen plazos ridículos para la sanción de la ley que pretende ser fundacional.
La decisión de los bloques aliados de preservar el corazón fiscal de la ley es un mensaje muy claro a la Casa Rosada: la estrategia de salida del gobierno de lanzar dos mega normas que mezclan negociados, reformas necesarias, estupideces y debates de muy largo plazo, fue mala. Caputo y Barra comparten ese diagnóstico, pero es muy difícil penetrar el círculo iluminado que forman Milei, su hermana y el jefe de Gabinete, Nicolás Posse.
Si el gobierno insiste en defender la inclusión del artículo que refrenda el DNU en la ley ómnibus, no habrá dictamen único de los bloques aliados con los libertarios y el peronismo y la izquierda se darán el gusto de aprobar su rechazo a la ley como dictamen de mayoría. El único efecto práctico es que se tratará en primera lugar, no tienen número para aprobarlo. Pero como señal política permitiría a la oposición marcar a fuego la precariedad del número que realmente tiene la Casa Rosada.
Milei tiene un método muy extraño de seducción. Para conseguir esos votos que le faltan en el Congreso, caracteriza a los diputados de los bloques aliados de coimeros y amenaza con investigar su patrimonio si le modifican demasiado la ley. Trata así a gente que en los hechos es la que integró las comisiones y trazó una hoja de ruta para aprobar la ley, ante la inexperiencia de los diputados libertarios. Pero la pregunta es: ¿Por qué igual lo apoyan?
Hay algunos masoquistas entre esos diputados, pero en la mayoría prevalece el mismo cálculo político que impulsa a Macri a practicar una tolerancia que no se le conocía. Una parte importante de la sociedad sigue esperanzada en el éxito del experimento Milei. «Hay que votarle los instrumentos para transferirle la responsabilidad y que no nos acusen de ser los culpables de su fracaso», afirma con cinismo uno de los diputados macristas que con más énfasis defiende a Milei en las redes.
«Un gobierno serio hubiera mandando el paquete fiscal para aprobar en extraordinarias y poder afrontar rápido la crisis macroeconómica y todas las otras reformas a partir de marzo», explica uno de los diputados con más experiencia. Macri coincide con ese diagnóstico y en privado tilda a Milei de «improvisado».
Es posible entonces que estemos ante una enorme confusión del Presidente, que ataca a sus aliados, se niega a acuerdos formales y en definitiva se maneja como si fuera Mike Tyson en su mejor época: nada que negociar total tengo una derecha matadora. Esa derecha no es suya, es la opinión pública que aún a costa de sacrificios enormes, sostiene la esperanza de un futuro mejor, porque cuando se pierde casi todo, sólo queda la esperanza.
Estamos entonces ante un piso de cristal que se llama tolerancia social. Auscultar la solidez de ese vidrio debería ser una prioridad cotidiana del gobierno, mientras intenta avanzar con su programa. Pero nada de eso está pasando. En la reunión secreta que el ministro del Interior, Guillermo Francos, tuvo este jueves con un grupo de intendentes peronistas del Conurbano, se abordó el tema con crudeza. Y con la misma frontalidad, Francos dejó claro que no logra que Milei lo escuche.
Si esa tolerancia social se resquebraja -un escenario posible no ya por la falta de medidas de contención, sino directamente de registro de su necesidad-, Milei podría enfrentarse a dos males combinados: pérdida de popularidad y al mismo tiempo del apoyo político de Macri, los radicales y la distintas fuerzas que integran el bloque de Pichetto, que viene tolerando a disgusto sus desplantes. Un Zabriskie Point libertario, sin el glamour de Daria y Mark incendiándose en el desierto de California.
Un dirigente importante de las fuerzas aliadas cree que es necesario bucear en la psicología de Milei para encontrar las razonas que la política no ofrece: «Milei se considera un elegido y en esa mirada mística, inmolarse no es un fracaso». La idea del héroe solitario que luchó hasta el final contra una casta rapaz que vampirizaba al pueblo puede ser tentadora, salvo que se mire más de cerca al gobierno y se encuentren sorpresas como la supervivencia del régimen de Tierra del Fuego, símbolo máximo de protecciones dirigistas con nombre y apellido (dos nombres y dos apellidos).
Estamos entonces ante un intento de corrección macroeconómica mayúscula, que busca terminar con los desequilibrios de raíz, pero que en el camino cede ante algunos intereses y otros no, en una selección sin una lógica política articulada y que al final del camino -si se baja el aumento de las retenciones y la desregulación de los medicamentos, por ejemplo- puede terminar plasmando un programa donde el corazón del ajuste lo paguen la clase media y los jubilados.
Por Ignacio Fidanza