Con menos fama que Apolo 11, la misión Apolo 8 de la NASA reúne una serie de hitos relevantes. Fue el debut de una nave con tripulantes que logró rebasar la órbita terrestre, acercarse a la Luna y finalmente regresar a la Tierra. Además, en ese marco se registró el primer saludo navideño desde el espacio. Eso ocurrió en diciembre de 1968. Al año siguiente, Neil Armstrong y sus compañeros dejaron sus huellas en el satélite de nuestro planeta.
A 55 del primer saludo de Navidad desde el espacio
Nadie, antes de la misión Apolo 8, había enviado saludos navideños desde fuera de los márgenes de la Tierra. Al menos, no hay registros previos. Los protagonistas de la historia son los astronautas de la NASA Frank Borman, Jim Lovell y William Anders; comandante y pilotos, respectivamente.
El cuento nos remonta a la Nochebuena de 1968. Pocos días antes, la misión había despegado con destino a la Luna, persiguiendo un objetivo ambicioso: conseguir que los humanos orbiten por primera vez en un mundo diferente al nuestro. Mientras el módulo flotaba en las proximidades de la superficie lunar —sin tocarla— los integrantes de la tripulación transmitieron imágenes, leyeron fragmentos de la Biblia y compartieron sus buenos deseos con sus pares en la Tierra.
“Nos dijeron que en Nochebuena tendríamos la mayor audiencia que jamás hubiera escuchado una voz humana”, recordó Borman en el 40° aniversario de aquel hito. El tenor religioso, al parecer, fue voluntad de los aventureros. “Las únicas instrucciones que recibimos de la NASA fueron que hiciéramos algo apropiado”, explicó el astronauta.
La misión Apolo 8 también fue famosa por la fotografía icónica conocida como “Earthrise”, que tomó Anders, regalándole a la humanidad una perspectiva hasta entonces inédita de nuestro planeta. El integrante de la agencia espacial estadounidense comentó al respecto que a pesar de todo el entrenamiento y preparación para una exploración de la Luna, ellos acabaron descubriendo la Tierra.
“La gran soledad es asombrosa e inspiradora. Te hace dar cuenta de que lo que tienes allá en la Tierra”, dijo Lovell, en una de las frases más recordadas de aquella transmisión.
La nave con los tres astronautas dio 10 vueltas a la Luna tras esa Nochebuena y luego recibió instrucciones para el regreso. Al escuchar la confirmación, Lovell dijo a través de su radio: “Entendido. Tengan en cuenta que hay un Papá Noel”. Fue como decir “tenemos buenas noticias”. Sana y salva, la tripulación amerizó en el océano Pacífico el 27 de diciembre.
La NASA prepara el regreso de la humanidad a la Luna: buscará agua y un “trampolín” hacia Marte
Hay que remontarse a 1972 para dar con la última vez que un humano piso la Luna. Eso ocurrió en el marco de la misión Apolo 17. Así, habrán transcurrido más de cinco décadas cuando uno de los nuestros vuelva a poner un pie en el satélite. La NASA pica en punta en la nueva carrera espacial: el Programa Artemis ya está en marcha y, según lo previsto, una nave con tripulantes tocará el suelo lunar hacia fines de 2025. A diferencia de las misiones puramente masculinas, la agencia espacial de Estados Unidos encara sus nuevos planes con tripulaciones en las que también hay integrantes mujeres.
Una de las claves del nuevo viaje a la Luna es la eventual confirmación de la presencia de agua en aquel paraje. Ya hay consenso respecto a la existencia de hielo en los polos lunares, a donde apuntaron algunas misiones recientes, entre ellas la de La India. Recientemente, investigaciones de China revelaron que el volumen de agua en aquel sitio es 1.000 veces superior al de las estimaciones previas. Basándonos en esos estudios, se estima que hay hasta 270.000 millones de toneladas de agua en la Luna, suficiente para llenar 100 millones de piscinas olímpicas.
La presencia de agua en la Luna es clave para las futuras misiones tripuladas hacia ese destino y, especialmente, para las previstas estadías de largo plazo. En este contexto, surge un interrogante: ¿cómo aprovechar el recurso natural, mucho más cuantioso de lo que se había considerado hasta ahora? Hay que tener en cuenta que el agua de la superficie lunar está incrustada en rocas y en cantidades reducidas. Una de las formas es recolectar grandes porciones de suelo, calentarlo hasta provocar evaporación y almacenar el vapor de agua.
Esos esfuerzos no serán triviales: la extracción in situ achicará los costos, evitando el transporte de agua desde la Tierra. Esto permitiría que los astronautas tengan líquido para beber, bañarse, cocinar y limpiar. También servirá para producir combustible para cohetes. De ese modo, la Luna será el trampolín hacia otros destinos, con Marte como el principal objetivo.