El poder absoluto que mantuvo durante casi dos décadas el narco peruano Marco Estrada Gonzáles, alias «Marcos», en el Barrio 1-11-14 en el Bajo Flores parece atomizado: tras su extradición a Perú y la detención de sus hombres de confianza, entre ellos su hermano, el liderazgo de la banda, que llegó a recaudar millones de pesos semanales con la venta de drogas al menudeo, se lo disputan facciones encarnadas en personajes que ocupaban «terceras y cuartas líneas» de la estructura original, que ya no cuentan con organización, generan rechazo entre los vecinos y que solo provoca más violencia.
El análisis fue realizado por los investigadores que trabajan desde hace más de una década en la zona y que, por experiencia, no se confían.
«El reciclado es permanente, tanto de nombres como de delito», aseguró a Télam una fuente judicial que confirmó que desde septiembre último ya fueron detenidos seis «cabecillas» que fueron ocupando posiciones de privilegio en la pirámide de la organización al menos desde el 2021 cuando la narcobanda fue desmembrándose poco a poco.
Robert Wilmer De la Cruz Arredo, alias «Mascarita», fue detenido el 18 de septiembre pasado; José Luis Cuenca Beltrán, alias «Ranita», el 31 de octubre; el peruano Percy Edgar Araujo Cruz, alias «Chocman», el 2 de diciembre; Ted Costher Huaman Castillo, alias «Chato Cooper», el 3 de diciembre; el peruano Leandro Antonhy Alexis Quispe, alias «Bandido», el 5 de diciembre; y el boliviano Kevin Barspinneiro Mamani, alias «Bad Bunny», el lunes 18 de diciembre.
Las capturas fueron realizadas por personal de Gendarmería Nacional tras un intenso trabajo de investigación dentro de la zona más caliente del barrio: «Cuando vemos que aparece uno que asoma la cabeza, se lo investiga y se lo detiene», explicó a Télam un vocero.
«De esta manera, una vez más, se ha podido demostrar la continuidad a lo largo del tiempo de la organización narcocriminal liderada por los hermanos Marco y Fernando Estrada Gonzáles, alias «Piti», que opera en el interior de la villa 1-11-14, más precisamente en la zona denominada ‘Sector de los Peruanos'», dice el dictamen que firmaron días atrás el fiscal criminal federal 8, Eduardo Taiano, y el fiscal Matías Álvarez, de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), en el que solicitaban las detenciones de los sospechosos.
«Son facciones residuales con poca o nula infraestructura y organización. Es la decadencia de lo que supo ser».
Pero la estructura de poder no pudo sostenerse con el paso del tiempo y la «suerte» de sus líderes: «Marcos» fue condenado en plena pandemia a 24 años de prisión junto a varios de sus familiares y extraditado a Lima en junio pasado; mientras que su hermano «Piti» permaneció prófugo durante años y con una millonaria recompensa para quien aportara datos para su detención, hasta que finalmente se entregó a la Justicia argentina en abril último y el juez federal Ariel Lijo lo procesó y le dictó la prisión preventiva.
Durante al menos dos décadas, los hermanos Estrada Gonzáles se dividieron la venta de marihuana, cocaína y pasta base en dos turnos los siete días de la semana y contaban entre sus filas a casi un centenar de personas, entre «encargados», «vendedores», «satélites» (que vigilan la zona y alertan sobre la llegada de sospechosos) y «soldaditos», entre otras actividades.
«Marcos», aún estando detenido en la Argentina, y su hermano prófugo en Lima, siguieron durante años manejando el narcomenudeo a la distancia, algo que ya no ocurre.
«Recaudaban millones de pesos por semana, tenían el poder absoluto en la venta de drogas al menudeo y hasta eran respetados en el barrio. Hoy, Marcos está prácticamente afuera del negocio y la banda tiene algún que otro liderazgo débil», explicó a Télam un investigador.
Luego, desde principios del 2021 apareció la figura de Jhonny Ray Arnao Quispe, alias «Pantro», otro «hombre fuerte» de la banda, pero también fue detenido y condenado el 7 de septiembre último a la pena de 11 años de prisión por los delitos de «tráfico de estupefacientes en la modalidad de comercio, agravado por la intervención de tres o más personas organizadas para cometerlo, en concurso real con acopio de armas de fuego, sus piezas y municiones».
Desde entonces, ante la ausencia de aquellos que comandaron operativamente la organización, distintos personajes ocuparon posiciones de supuesto privilegio y continuaron con el narcomenudeo en el barrio.
«Son facciones residuales con poca o nula infraestructura y organización. Es la decadencia de lo que supo ser», dijo el investigador consultado en referencia a la banda de «Marcos».
Los fiscales lo dejaron plasmado en el dictamen, al que tuvo acceso Télam: «Históricamente la organización investigada cuenta con varias facciones internas entre las cuales se han generado diferentes disputas con el objeto de controlar el dominio territorial de denominado ‘Sector de los Peruanos’, provocándose modificaciones en la estructura de la banda, principalmente a partir de la detención de personajes de relevancia».
Sin embargo, aclararon que «se ha mantenido el dominio territorial ejercido sobre el sector histórico -sin que se puedan desarrollar actividades lícitas ni ilícitas sin la conformidad de la banda- y que en ese sector la actividad principal sigue siendo la venta de estupefacientes y la extorsión de comerciantes a través del cobro de ‘cupos'».
La atomización del poder generó nuevos hechos de violencia, balaceras, amenazas y muertos, como fue el homicidio de Enrique Elezar Espinoza Córdova, alias «Picni», en octubre del 2021, quien fue asesinado a balazos durante un enfrentamiento entre dos facciones que pretendían quedarse con el «negocio».
«Ello ha demostrado que pese a los distintos registros domiciliarios y todo el material estupefaciente secuestrado, la organización posee los medios necesarios para restructurarse y así continuar con la actividad ilícita, ya sea mediante la participación de nuevos integrantes como de antiguos miembros de la organización narcocriminal», explicaron los fiscales.
Ahora, los fiscales aguardan que el juez Lijo procese y mantenga en prisión a los últimos detenidos para, luego, poder juzgarlos, mientras los detectives de Gendarmería y de la Policía Federal admiten la decadencia del poder de «Marcos» y aguardan un nuevo reciclado de la cúpula de las facciones que aún mantienen el manejo del narcomenudeo en la zona.