Este jueves se cumplieron dos meses del ataque sangriento de Hamas en Israel que dejó unos 1200 muertos, y también dos meses de la guerra sin precedentes que Israel libra por tierra y aire en Gaza contra el movimiento islamista palestino en represalia. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, prometió “aniquilar” a Hamas y en el intento la Franja se convierte en tierra arrasada.
Grandes porciones de Gaza fueron reducidas a escombros y el ministerio de Salud de Gaza anunció que los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza dejaron en estos dos meses un total de 17.177 muertos, el 70% de ellos mujeres, niños y jóvenes menores de 18 años. Los heridos, en tanto, son más de 46.000.
En medio del conflicto estuvo el cirujano cordobés Andrés Carot, que llegó a Gaza el 14 de noviembre tras esperar durante semanas en Egipto que lo dejaran pasar. Carot habló con TN el jueves, en el último día de su misión en el enclave.
El cirujano cordobés lleva 14 años trabajando para la ONG Médicos sin Fronteras. Estuvo en países atravesados por epidemias y catástofes naturales como Nigeria y Haití y en naciones en guerra como Yemen, Siria, Afganistán o Ucrania. También en Gaza, en otras oportunidades. Sin embargo, aseguró a TN que nunca vio nada igual. “Es una masacre abominable”, zanjó sobre lo que ocurre en el enclave palstino.
En Gaza viven unos 2,3 millones de palestinos hacinados en apenas 365 km². “Gaza es literalmente una prisión a cielo abierto que está siendo bombardeada indiscriminadamente desde barcos, aviones, tanques, morteros… Como consecuencia, es esperable que haya tantos muertos y heridos”, recalcó el profesional egresado de la Universidad Nacional de Córdoba.
En diálogo con TN, Carot habló de la increíble cantidad de heridos y muertos que llegan a los hospitales tras cada bombardeo, del dolor de ver a bebés quemados y con amputaciones, a chicos internados solos cuyas familias enteras fueron diezmadas. Los hospitales están llenos de refugiados y, como recalcó el cirujano córdobes, “no hay lugares seguros” en Gaza. Desde el fin de la tregua entre Israel y Hamas, el sur de la Franja ya sufre los mismos niveles de violencia que la mitad norte, denunció la ONU.
Este miércoles, por primera vez, el número de muertos llegados al hospital Al-Aqsa, apoyado por MSF, superó al de heridos. “Recibimos 115 muertos en 24 horas. El hospital está lleno, la morgue está llena”, indicaron a TN desde la ONG.
-Ya habías estado en Gaza anteriormente, ¿qué diferencias notaste?
-Estuve en Gaza en el 2018 en dos oportunidades. Durante esa época atendíamos heridos que venían de la frontera Este de Gaza con Israel, víctimas de serias lesiones, la gran mayoría fracturas conminutas en las piernas ejecutadas por francotiradores israelíes, y también hubo algún bombardeo esporádico que derribó algún edificio; pero nada que ver con esta nueva escalada del conflicto. En ese momento pude recorrer toda la franja de Gaza de norte a sur y de este a oeste. Algo totalmente impensado ahora donde nuestros movimientos están sumamente limitados por la seguridad y por el escaso acceso a combustible. Estoy en el Sur, la zona donde los gazaties fueron empujados a razón de órdenes y bombazos, y a pesar de todo, acá los proyectiles lanzados por tierra, mar y aire siguen. No hay lugares seguros en el Sur de Gaza tampoco. Las escuelas y muchos centros de salud se convirtieron en refugios con condiciones muy deficientes en cuanto a agua, saneamiento y comida. También mucha gente duerme en las calles. Y llega el invierno, con falta de electricidad, gas. Un espanto como está siendo deshumanizado el pueblo de Gaza.
-Se habla mucho del colapso del sistema de salud gazatí. ¿Cómo están los médicos y enfermeros tras dos meses de conflicto? ¿Los hospitales están llenos de refugiados?
-El personal de salud está cansado, estresado, traumatizado y no da abasto. Muchos se van desplazando de hospital a hospital con sus familias de acuerdo a la seguridad. Muchos tenían una vida digna y perdieron todo: sus casas, algunos sus consultorios privados que habían construido con mucho esfuerzo, y casi todos sufrieron el asesinato de algunos familiares. Muchos viven en los hospital junto a sus familias.
Los hospitales se convirtieron en grandes refugios que albergan a gente que busca protección, a pesar que algunos hospitales fueron bombardeados. Ni las reglas de la guerra se respetan aquí.
Debido a las restricciones de la entrada de la ayuda humanitaria, pudimos entrar pocos médicos y, para colmo, nuestros movimientos están restringidos por la inseguridad reinante y la falta de combustible. A pesar de todo podemos aliviar el sufrimiento y salvar vidas de algunas personas, acompañar a nuestros colegas locales y también ser testigos de lo que pasa aquí para gritarlo y que el mundo entero se entere, y también intentar presionar a los líderes políticos para que hagan todos sus esfuerzos y esto pare de una vez. Sí o sí hace falta un alto el fuego ya sin condiciones y de forma permanente.
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-Las cifras oficiales de víctimas son contundentes- más de 17.000 muertos y 46.000 heridos. ¿Qué clase de lesiones están viendo en los pacientes?
-Estimo que deben ser mucho mayores las cifras, tanto de muertos que quedaron sepultados en sus hogares cuando fueron bombardeados y también los heridos, ya que muchos no se pueden desplazar en busca de ayuda médica.
La situación con la que me he encontrado es de una destrucción tan aberrante que nunca había visto ni sentido. Trabajo con Médicos Sin Fronteras desde 2009 ( la mayoría de las misiones como cirujano en conflictos armados en Siria, Yemen, Irak, Afganistán, Ucrania) y nunca había visto llegar a un hospital tantos muertos y heridos en tan pocas horas.
Se ven lesiones de guerra: quemaduras extensas, amputaciones, grandes heridas en miembros superiores e inferiores, abdomen, tórax y cabeza. Particularmente es muy doloroso ver bebés de uno o dos años con amputaciones y quemados. Y también es muy doloroso verlos llegar muertos a la guardia del hospital.
-Según las cifras oficiales, la mayoría de las víctimas son niños y mujeres: ¿cuántos llegan a los hospitales?
-No tengo esta cifra ya que me la paso la mayor parte del tiempo en el quirófano. Pero las veces que he estado en la sala de emergencia se ven muchas mujeres y niños con heridas de guerra.
-Hubo relatos de cirugías a la luz de los celulares, de amputaciones sin anestesia. ¿Te pasó?
-Sí me pasó que momentáneamente se haya cortado la luz y seguimos operando con frontoluz y la luz natural que entraba por la ventana del quirófano improvisado durante el día. Pero no más que eso.
Con respecto a la anestesia, no me ha faltado. Pero sí faltan analgésicos fuertes para los postoperatorios. También en la salas de internación, que están abarrotadas de pacientes, se hacen curaciones en las camas de los pacientes sin sedación o analgésicos fuertes. Durante el alto el fuego empezamos a enfocarnos en reoperaciones de pacientes haciéndoles debridamientos de extensas heridas infectadas y también curaciones en los quirófanos, ya que hemos tenido la posibilidad de usar salas operatorias que antes estaban ocupadas todo el tiempo para atender a los heridos que llegaban graves, víctimas de los bombardeos.
Al reanudarse los bombardeos, hemos implementado una gran carpa para curaciones menores y también una sala con dos camas para hacer curaciones bajo sedación. Algo es algo; y sí que aliviamos el sufrimiento.
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-Circularon fotos de padres que les ponían pulseras o les escribían los nombres a sus hijos en el cuerpo. ¿Es algo que viste en tus pacientes?
-No lo he visto, ya que no voy frecuentemente a la sala de Emergencias; pero me lo han comentado los colegas. Lo que sí he visto son niños internados solos, que no tiene ningún familiar y los cuida el papá o la mamá de algún paciente cercano. Son nenes que han sido los únicos sobrevientes en los bombardeos y han muerto todos sus familiares. En el Hospitla Al Shifa, el más grande y con mayor complejidad de Gaza, ya sin funcionar, es donde se empezó a usar un acrónimo para estos pacientes: WCNSF (Wounded child no surviving family) “niño/a herido de familia no sobreviviente”; se me heló el corazón cuando vi esto.
-La tregua cambió algo en la atención de los pacientes? entraron suficientes insumos?
-Sí, el arribo masivo de pacientes a la Sala de Emergencia paró. Entonces los quirófanos no estaban todo el tiempo ocupados por estos pacientes, lo que nos facilitó aumentar la calidad médica de los debridamientos y curaciones que antes se hacían en condiciones muy precarias de hiegiene y con poca analgesia y nula sedación. Durante el alto el fuego los hacíamos en el quirófano, con asepsia y anestesia. Un cambio fundamental para dar una atención médica digna.
Con respecto al aumento de insumos, fue ridículo y muy lejos de lo que se necesita. Por otro lado, hay muchas rutas bombardeadas y destrucción , y la logística de la distribución a los hospitales es bastante caótica. Si no hay un corredor humanitario serio, es difícil aumentar la calidad de asistencia médica en este conflicto, la cual es directamente proporcional a salvar más vidas y disminuir la morbilidad.
-¿Cómo afecta la guerra a la población de Gaza?
–Es un castigo colectivo lisa y llanamente. Desde el inicio de su campaña militar, se impuso un “asedio total” a Gaza, prohibiendo la entrada de agua, alimentos, combustible y suministros médicos para los 2,3 millones de civiles atrapados en la Franja. Además, se han impuesto restricciones inflexibles al acceso de ayuda humanitaria. Desde el 21 de octubre, el número de suministros que llegan a Gaza es apenas un 15% de lo que entraba usualmente antes del 7 de octubre. Todo esto no hace más que someter a toda una población a un castigo colectivo. Y eso, según el Derecho Internacional Humanitario (DIH), es un crimen de guerra.
-¿Dónde te hospedás? Cómo es un día tipo desde que llegaste a Gaza?
-Entramos el 14 de noviembre, y los primeros días dormíamos en Khan Yunis en una clínica de MSF de cuidados ambulatorios que dejó de funcionar para darle refugio a nuestros compañeros locales con sus familias, luego nos movimos a un departamento muy cerca. Debido a la escalada de los bombardeos de zonas bastante cercanas, decidimos un grupo irse a vivir a uno de los hospitales donde trabajamos y el otro nos trasladamos a una zona más segura en la costa.
Con respecto al día a día aquí, no hay un día tipo. Ya pasaron 3 semanas desde que entré y hoy me estoy yendo. Todos los días son diferentes, con reuniones de seguridad, movimientos, a los hospitales y centros médicos que asistimos, limitados por la falta de gasolina, y que tienen que estar autorizados por las partes involucradas en el conflicto;
Dentro de las limitaciones que nos imponen la seguridad, la falta de un corredor humanitario efectivo, nuestro foco es tener el mayor impacto posible en la atención médica que brindamos con los recursos humanos y materiales que tenemos. También distribuimos agua a algunos refugios colapsados de personas. En los centros de atención primaria hay muchísimos casos de infecciones gastrointestinales y deshidratación y enfermedades de la piel, como sarna.
-¿Cómo es la relación con los gazatíes?
-Los siento mi familia. Es la cuarta vez que vengo a trabajar a Palestina, y desde el primer momento me han recibido como uno más de ellos. Destaco su hospitalidad, su cariño, su atención constante; una calidad de seres humanos de los que he tenido el placer de aprender mucho. Su resiliencia es exquisita al igual que su amabilidad. Ahora me vuelvo a descansar a Argentina y, si me necesitan, con todo gusto y con una sonrisa en la cara vuelvo el año que viene.